viernes, 10 de octubre de 2014

LA PLÁSTICA DE JUAN JOSÉ MEJÍA: MENSAJERO DE LOS ARQUETIPOS


Conocí a J hace 14 años, cuando comenzaba el siglo XXI. Se trató para mí de un joven talentoso que amaba la plástica y la arquitectura. Fue esto, algo que fui aprendiendo de él poco a poco. Pero J no se reducía a un mundo de visiones, colores, formas y espacio. Me impresionó su capacidad para ir más allá y adentrarse en el mundo de los hombres medicina, los curanderos o curiosos, llamados en el norte de Asia, chamanes; de la poesía peruana y universal, de la música en varias versiones y corrientes, de las mitologías y tradiciones de culturas ancestrales. Además J tiene la virtud de ser una persona dialogante, con un agudo sentido crítico. Como todo artista. Todo lo que he conversado con él ha pasado por el filtro de temas que lo obsesionan a mí tanto como a él: la antropología, la historia y la filosofía, que eran temas míos, los hacía suyos naturalmente y los complementaba haciendo uso de dones de comprensión y de comunicación, extraordinarios. Por lo tanto J es un hombre polifacético y se nutre de diversos ámbitos de la realidad, así como, por ejemplo, es además amante del teatro. Todas estas aficiones y capacidades, pasiones y artes que recorren su mente y su sangre, se las he conocido por compartir con él la conversación.  
Pero hoy día J nos convoca con aquella que es su pasión, la plástica, el universo de la belleza de imágenes y colores, atraída, organizada desde el inconsciente onírico. La pintura de J es la expresión de una subjetividad ancestral, de una cosmovisión mágica. Sería inútil mirar los cuadros de J para no darse cuenta que la mística, en su forma auroral, original, apareciendo ante nuestros ojos como un elemento esencial de la construcción de nuestra identidad como herederos de un pasado, ésa mística que se ve opuesta a la conquista, a la consigna de que se nos torno el reinar en vasallaje, es la forma que tiene J de experimentar el mundo. J vivencia el atavismo y sumergido en la breve modernidad, intenta plasmar a través de técnicas modernas la imagen que vive dentro suyo, la del mundo en su forma primigenia, cuando los poderes del hombre eran un mero subconjunto de los poderes de la naturaleza y no existían límites para propiciarla, obteniendo dones: comida, regalos, fiestas, una vida larga, conocimiento. El hombre y la naturaleza eran uno.
Por eso J proviene de una vivencia particular de lo sagrado que no tiene mucho que ver con la espiritualidad católica, que en mí era predominante. La vivencia de un mundo mítico mágico.
Aclarado esto, pasamos a entendernos con el aspecto formal de la obra de JJ Mejía. Juan usa el acrílico, el óleo, el lápiz, el crayón, la acuarela para crear un mundo de imágenes abstracto figurativas que impresionan porque en apariencia están inacabadas pero que si se observan detenidamente poseen compleción, está ahí el espacio, la forma, el color, rostros, espirales, ojos, animales que tienen la fortaleza y la astucia del hombre conectado con el espíritu, como el caballo, las aves, los felinos, pero también los seres vegetales. Dicha apariencia de no ser acabada, de tener líneas de apertura, vacíos, sombras, colores opacos, difuminamiento, constituye su deuda con el actionpaiting de Pollock. El resultado es la sensación de inocencia, como carencia de angustia, como ludicidad, entendida además en su sentido de lusion, como burla o engaño. J es un niño pintor, alguien que se abstrae de la cotidianidad para entregarse al goce puro de la actividad artística, un creador con sueños, cuentos y habilidades que necesita ver realizado el mundo del lenguaje poético y musical de la mitología, antes de ser el adulto responsable, el ciudadano.
Para J, los materiales son un medio para que el hombre se exprese con la pìntura. Con ellos hace nacer figuras de un fondo de color indiferenciado que puede ser azul, rojo, anaranjado, blanco, negro, y que se resuelven en figuras que evocan a los seres oníricos de Tilsa Tsuchiya, los que en esta oportunidad llamaré los arquetipos del inconsciente. Las manchas de J son sensaciones abiertas a la percepción, a mi modo de ver, son pulsiones del destino suspendido de los seres infantiles, que pueden vivir durante un tiempo, como parte de la realidad objetiva; sus figuras humanas, generalmente rostros insinuados sobre el trasfondo cromático, también representan está inocencia que vincula a J con el arte Naif.
J reduce las estructuras de la forma pictórica a elementos simbólicos suspendidos en el espacio sin completar de los sueños y la fantasía. Los ambientes de J son totalmente imaginarios, son otra realidad, otra posibilidad del ser. Una de las pasiones de J, es explorar el mundo de los alucinógenos como el ayahuasca, los hongos, por sí mismo, no porque considera que debe buscar una evasión, sino porque busca la verdad que está en lo profundo, lejos de la forma superficial de la materia y de la energía. El universo de J se prolonga a través de formas perfectas, en el sentido de que no muestran discontinuidades perceptivas a pesar de ser expresionistas y fragmentadas. Una de estas formas en la pictórica de J es la espiral o la ola en bucle. Cuántas evocaciones trae esa simple figura: la arquitectura y la iconografía mochica, la entrada a otro mundo, el infinito. Para J, la espiral es una imagen natural del crecimiento espiritual, de la deificación o santificación de la vida y se halla unida al misterio de la muerte.
En el cuadro Los dioses ocultos se puede observar el no juego, el no burlarse, como disfraz, como acción de contemplar la paz elemental en el espacio donde se esconden los dioses. Los dioses duermen en el seno de la tierra y en los confines del cielo donde no brillan las estrellas, en un espacio mixto. En el centro del cuadro hay un Xochimilco silencioso, que no muestra su rostro, y es pequeño, solamente es un apéndice de la roca primordial bajo la abovedada cueva celestial donde los dioses descansan olvidados. Otros trazos sugerentes pueblan débilmente la cueva, y aparecen sombras animadas proyectadas por la luz que proviene de la espiral.
En Sueño del niño sobre el caballo, los ojos tienen un rol preponderante. J propone en este cuadro el poder de la mirada onírica, que es un poder justiciero. Mientras el niño aparece ante el destino infinito del aquí y del ahora, el caballo parece el cómplice ideal de toda la escena y su mirada es inquisitiva y graciosa.  Preguntar y aceptar la respuesta son formas en las que procede la justicia, pero también el sueño. En los sueños siempre hay como un acertijo que debe ser resuelto. Para J, es claro que los sueños son una manera de compartir la vida de otras personas.
Sin embargo, habíamos mencionado antes la etimología de ilusión. El sentido de esta palabra es mofarse de algo o alguien. Para J pareciera que la pintura y la vida son algo irreal, una idea, un engaño. Que el color está pero no está, que la forma está pero no está. Una idea falsa, por ejemplo, del amor, consiste en todos los autengaños en las relaciones. La idea falsa en los colores de J, es que la verdad aparece dentro de la silenciosa sombra o de la encendida luz como renacimiento de la vida vegetal y animal y muerte del ser, androginia esencial del niño que atraviesa una fase de latencia, en lenguaje freudiano. Que es inmanente al arquetipo, que su fundamento es el tiempo cíclico de muerte vida renacimiento, pasado, presente y futuro. El tiempo en los cuadros de J está suspendido pero ello no significa que no plasmen el movimiento de los seres vivientes. Porque en el sueño hay movimiento y si en los sueños se ve transfigurado el presente y el pasado, puede estar el futuro. Esta fusión del tiempo, en el pensamiento místico se llama eternidad, el instante que es jamás de los jamases por siempre. Es una hermosa metáfora de la supervivencia. Borges transmitía en su literatura la idea de Baruch Spinoza, de que todas las cosas quieren perdurar en su ser. Si poseemos el instante como lo único que poseemos, poseemos también la eternidad. El infierno es la metáfora de un tiempo de dolor eterno, en él nos es común el dolor, el error y la tragedia, el exceso. El querer  ir más allá de los dioses y pensar que se puede romper el retorno de muerte, vida y renacer con la intromisión del tiempo lineal de la historia de occidente y de la física, y de la búsqueda de un destino profano, donde quedan relativizadas todas las categorías de la cosmovisión andinacosteña y la andinoselvática, del hombre medicina como centro del espíritu, a manos de un sistema de números, de un mercado cultural que busca funciones, frecuencias, modas, tendencias y variaciones. Es la elevación de este espíritu que dice no a la racionalidad occidental invasora, a la conquista, al descubrimiento, a la evangelización y retorna a su fuente de herbolarios e imágenes. Al vuelo y al trance como vehículo para unificar y comunicar los mundos del hombre, la pluralidad, todo eso que hace de nuestro amigo J un ecléctico que recoge elementos de varios saberes y técnicas, que rechaza lo formal pero que recrea la forma sometiéndola a una reducción. Las imágenes de J parecieran que no son tridimensionales, que tuvieran una consistencia plana. Pero la perspectiva en J se esconde en los elementos mismos abstractos y figurativos del cuadro, expresando una contextura inflada a algunas de sus formas, la obsesión por los ojos, que tienen el carácter globular, se ve aquí funcional a fundar la perspectiva de los cuadros de J, que se centra en un fragmento del cuadro, no en el espacio áureo de la geometría euclidea.. Estas podrían ser las características del estilo de J, de su aporte concreto a la tradición plástica lambayecana que es joven, porque Chiclayo tiene una madurez finisecular de data reciente. Pero esta modernidad atravesada de ideas y sueños, puede acudir a la tradición iconográfica moche y a Tilsa Tsuchiya, para fusionar una particular versión del sueño, un compromiso para plasmar expresionistamente, el universo de los arquetipos. Las imágenes míticas del tiempo cíclico, los dioses.
Que ellos te sean propicios estimado Juan José, en esta primera individual que ya nos debías hace tiempo, y en este escrito te agradezco por invitarme a saldar la deuda que tengo contigo de tener el defecto de la pereza mental y no haber hablado nunca, como lo debería hacer, por el aprecio que tengo por ti y tu arte. Te agradezco haberme comunicado tus ideas y tu praxis como artista y cumplo en hacer este pequeño trabajo para borrar anteriores silencios ante tu forma de iluminar el arte.



                                           Dioses ocultos; Juan José Mejía

viernes, 7 de junio de 2013

LOS GRIEGOS ENTRE NOSOTROS. LA HERENCIA DE LA CULTURA CLÁSICA EN LA MODERNIDAD












LOS GRIEGOS ENTRE NOSOTROS. LA HERENCIA DE LA CULTURA CLÁSICA EN LA MODERNIDAD


"Nosotros soñamos con la originalidad y la autonomía, creemos decir sólo lo nuevo, pero todo eso no es más que una reacción, una suerte de tibia venganza contra el estado de servidumbre en que nos encontramos hacia la antigüedad".
Hölderlin



Si hubiésemos de hacer una lista de las cosas tangibles que hemos heredado de los griegos y de los bienes inmateriales, que forman parte de nuestro acervo cultural proveniente de Europa y que se originan en la Grecia clásica, las menciones serían interminables. Por ejemplo, fue un griego, Eratóstenes, quien midió por primera vez con precisión el diámetro de la circunferencia terrestre; Euclides es el creador de un sistema de Geometría que está a la base de todos nuestros logros en ingeniería, arquitectura, física, etc.; Las epopeyas de Homero, la Ilíada y la Odisea, siguen siendo editadas y leídas en la actualidad; y así sucesivamente y sería largo y tedioso hacer este inventario. Pensamos en tantos nombres: el rey Alejandro Magno, los filósofos Sócrates, Platón, Aristóteles, Hipócrates, el padre de la medicina científica, y podríamos sentir en todo lo que vemos a diario, cómo es que Platón es la base de las ciencias políticas actuales, que Aristóteles ha nutrido con su pensamiento la mayor parte de la teología cristiana desde la edad media hasta ahora, razón por lo que algunos académicos llaman a sus escritos Filosofía perenne; veríamos con claridad estudiando todo este legado, como es que los griegos son nuestros antecesores en la actual preocupación por la belleza y la salud del cuerpo, su agilidad, destreza, gracia, atleticidad, basta pensar en que la sentencia “mente sana en cuerpo sano” era el cartel que estaba en la puerta de los gimnasios griegos. Nuestra ciencia, nuestro sentido común, nuestra ciencia educativa, fue alguna vez, iluminada con una primera luz por los antiguos hijos de la Hélade y bastaría con estas simples reflexiones para motivar a muchas más y a una puesta en valor de nuestros vínculos espirituales con aquella infancia del hombre que por primera vez marco un camino y dejo una posta en la creación de la historia de una cultura humana global, libre, racionalista.
Conocemos a Grecia por su literatura. Pero el modo en que dicha literatura ha llegado hasta nosotros es parte de una historia que durante muchos siglos ha estado a merced del azar. La biblioteca de Alejandría, que se supone albergaba miles de libros antiguos, fue destruida por una turba cristiana, allá por el siglo IV D. C.
En los distintos saqueos a que sometieron al imperio romano los pueblos bárbaros, se perdió mucho material escrito valioso. Ciudades destruidas y tradiciones perdidas de las que algo se ha salvado con el transcurrir de los siglos. El imperio romano de oriente, que no era otra cosa que Grecia, conservó parte de su literatura y cuando en el s. XIV y XV d. c. comenzó a ser amenazado por los turcos, este rico material fue trasladado a Italia, para su preservación. El resto es historia, la traducción intensa de obras griegas desconocidas hasta entonces hizo florecer los estudios sobre la antigüedad y marco la época que ahora conocemos como El renacimiento.
El por qué de esta obsesión histórica, el por qué la importancia que a lo largo de los siglos ha tenido el legado de la cultura de los griegos, debe entenderse en la historia de Grecia misma y de sus valiosos aportes al patrimonio de la humanidad. La evolución de la cultura griega es un fruto cuya planta se nutrió de un ideal educativo, de una voluntad creadora consciente y racional. El gran helenista alemán Werner Jaeger nos dice en Paideia, que los griegos cristalizaron en sus ideales educativos una forma altamente evolucionada de conservar y transmitir sus peculiaridades físicas y espirituales; es a partir de la historia de Grecia que podemos estudiar los valores permanentes que nos ha legado la antigüedad, valores que van desde la rectitud, el honor, el diálogo, hasta la institución de la democracia y la libertad, como formas de vida política comunitaria.
Los intelectuales griegos elaboraron principios para regir la conducta de los individuos, los cuales estaban fundamentados en la observación de la naturaleza y en la búsqueda de explicaciones racionales. Estas sólo podían ser reveladas por la investigación científica, que tiene sus regularidades y leyes invariables. Mediante esta nueva mentalidad, los griegos se elevaron de las tradicionales explicaciones mitológicas sobre el mundo, al conocimiento de un Dios de la razón, tal como se lee en la ontoteología de Platón, esbozada en obras como La República, y la de Aristóteles en su clásico tratado sobre La Metafísica.
Pero mientras unos descubrían a Dios y atisbaban con la razón las cosas celestiales, otros como Leucipo y Demócrito, preferían las explicaciones materialistas. No es casual, ya que hablamos de legados y transmisiones, que la tesis doctoral de Karl Marx como filósofo haya versado sobre la filosofía de estos dos conocidos filósofos griegos, creadores del concepto de “átomo”, que es una de las cosas en la que los griegos se adelantaron a nuestra actual cosmovisión. Y no es casual que Hegel, el gran inspirador del pensamiento marxista, haya remontado los principios de su Dialéctica hasta Platón y Heráclito de Éfeso, quien decía que la esencia de las cosas era el cambio perpetuo.
Como podemos ver el tema es inagotable. Acotaremos diciendo que el principio rector del desenvolvimiento de los griegos como cultura original y peculiar, es la aparición entre ellos de un alto ideal de dignidad humana, una estimación del hombre por su valor como ser, portador de potencialidades, capaz de una realización autónoma y benéfica de las mismas. Esta idea está emparentada a su vez con la idea cristiana del valor infinito del alma individual y la idea renacentista de la libertad espiritual del individuo. Werner Jaeger nos dice en Paideia, que no hubiera sido posible nuestra actual aspiración a ser reconocidos y valorados, a ser felices, sin el sentimiento de la dignidad del hombre que alcanzaron los pueblos de Grecia, en su literatura. Allí están la Ilíada de Homero, la Teogonía, de Hesíodo, las tragedias de Sófocles y Eurípides, La República de Platón, La Metafísica de Aristóteles, y tantas más; en todas ellas resplandece la huella imperecedera del genio humano antiguo. Libros que se leerán por siempre, porque desde lo profundo del tiempo (2500 años) nos siguen diciendo algo de nosotros mismos. 


Fernando Odiaga, escritor.






miércoles, 26 de septiembre de 2012

El caos de las teorías educativas, teorías educativas son mas experiencias que teorías



En muchos lugares del mundo, un signo de modernización ha sido la asunción por parte del estado de la educación universal gratuita. Parte de este signo viene dado por el hecho de que los mismos intentos teóricos que se fueron desenvolviendo en el ámbito de la educación desde Pestalozzi en adelante, corresponden a la interiorización en el imaginario de los gobernantes y de las clases pudientes, de que la democracia necesitaba de una educación universal, que los niños y jóvenes eran acogidos en la promoción de sus derechos como los sujetos libres a quienes se debe atender en su necesidad de saber para después actuar en la vida. El desenvolvimiento de esta modernidad y esta ilustración devino en la creación de escuelas públicas y la libre oferta, tanto como la masificación, de la enseñanza.
Todas las teorías educativas que han devenido desde entonces se trabaron en una crítica y una superación de la escuela tradicional, atascada en la Didáctica de Comenio, basándose en una especie de activismo y proclamaron estar centradas en el sujeto del aprendizaje, o sea en el niño o joven, o adulto, sea el caso de una capacitación.
Las líneas teóricas de este activismo son versiones a su vez de la Critica de la Razón pura del gran filosofo alemán Emmanuel Kant, se coligen y se deducen más o menos de sus principios. Es cierto que hasta el constructivismo implícito en la evolución cognitiva señalada por Jean Piaget, debe mucho a la crítica de Kant. (Lo cual es una especie de homología filosófico científica, pues la teoría cuántica y la teoría de la relatividad pueden ser reducidas a la teoría del conocimiento Kantiano). El activismo constructivista moderno está plagado además de la influencia de la psicología cognitiva y su visión exclusivamente somática neurológica de los condicionamientos y los procesos neuronales que conlleva la exploración y la aprehensión del mundo que comúnmente llamamos aprendizaje. En todas sus etapas esta presencia de la psicología le ha sido una adhesión natural de la innegable transdiciplinariedad de la construcción de teorías científicas. Psicología y Pedagogía se han aliado pues en la era del estado liberal, para experimentar de una manera ubicua y proliferante, por todos los lugares con el aprendizaje de las personas y los niños.
El resultado obvio de esta alianza transdisciplinar es una pedagogía científica, en la que se reconocen varias autoridades y que tratan de proponer más o menos métodos e innovaciones didácticas, así como de postular teorías que alimentan un programa de investigación que está muy bien consolidado en la práctica, pero que al nivel teórico nos ofrece unas estructuras todavía difusas. Por ejemplo, las especulaciones de la mente y de la inteligencia o inteligencias, por Gardner se fundamenta en una neurociencia que está en pañales y que no avanza demasiado rápido en explicar los misterios de esa facultad humana que llaman pensamiento.
Pero el desenvolvimiento de este proceso que va desde Pestalozzi a Gardner, ha dejado marcas en una praxis política que quiso llevar a cabo, al menos como un gesto, la universalización y la gratuidad de la enseñanza. La escuela pública ha crecido y se ha hipertrofiado al amparo de una yuxtaposición de teorías educativas que han resultado en otras tantas leyes de educación y propuestas curriculares. La teoría, sin estar rigurosamente contrastada y comprobada, como se espera de una teoría científica, se volvió experiencia con tanta rapidez como era reemplazada por otra experiencia, basada más o menos en algún lineamiento teórico psicopedagógico.
Tenemos entonces que el efecto de este caos de experiencias-teorías, es en parte epistemológico, como es en parte político. Es una visión propia del pacto estado-ciencia, que brinda la oportunidad a uno de experimentar con conejillos de indias humanos y a los otros de realizar sus demagógicos sueños, de uniformizar las conciencias, etc.; sin embargo, existe además de la carencia de una articulación teórica seria y unificada sobre la educación, los docentes que han sido formados al amparo de diferentes teorías y experimentos o experiencias educativas. Los expertos se han puesto de pie para formular sus proyectos y evaluaciones y el estado se ha sentado a esperar el cumplimiento de las metas más utópicas y soñadoras, en cuanto a la formación de los ciudadanos. Por eso el caos teórico, la yuxtaposición y multiplicidad de visiones pedagógicas y las sucesivas reformas que se han perpetrado para solucionar el problema de la educación. Ahora que se habla del pragmatismo, aquí el pragmatismo brilla por su ausencia; ni siquiera hemos solucionado nuestro problema de alfabetización, sin embargo, cada régimen democrático desde los ’80 ha ensayado su propia reforma educativa.

viernes, 17 de agosto de 2012

VIDA COTIDIANA DE LA MUJER INDÍGENA DE ETEN A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX


1)      Contexto de la cotidianidad en las provincias del norte. (Chiclayo, Eten, Monsefú)


Para los años que vamos a tratar, la generación que nos interesa es la que se desarrolla desde los primeros años de la posguerra del Pacífico. La mujer indígena etenana desciende de los derrotados en la guerra y a la vez crece al amparo de las corrientes regeneradoras que dan en llamarse, para la época, reconstrucción nacional. Por esos tiempos el alemán Brunning hacía sus investigaciones en la región y las fotos que tomó en Eten son fechadas en 1907 y 1908. El Perú era gobernado en esos años por Augusto Bernardino Leguía, que era Lambayecano y que además de representar los intereses de los terratenientes de los valles del Zaña y del Chancay, y de su complejo agroindustrial, es famoso por abrir el Perú a los capitales norteamericanos.
Esta misma zona, nuestra provincia de Chiclayo, visitada unos años antes de los que hablamos por Middendorf, es descrita por él como una zona casi salvaje, dónde los habitantes andan descalzos, carecen de muebles, usando las esteras para dormir y sentarse, consumiendo regularmente chicha, tabaco y caña, curándose con hierbas medicinales. ¿Cómo se puede caracterizar históricamente la cotidianidad de la mujer indígena en estas circunstancias? Lo que Middendorf no alcanza a indicar (y es uno de los primeros hechos que vamos a resaltar) es que la modernidad no se ha difundido a gran escala en la zona y para la época en que estamos considerándola. Cerca de la gran agroindustria, a sólo unos kilómetros, coexistía una agricultura de pequeña propiedad, familiar, de los que poseían casas en Monsefú y Eten. Middendorf deja leer entre líneas lo contrastable y divergente que es para él la conformidad con su situación y la falta de necesidades, exceptuando las cosas que ya han sido mencionadas (chicha, caña, tabaco, hierbas medicinales, ropa sencilla de algodón), con su mentalidad de europeo que es más progresista y volcada al futuro y a la realización material por el trabajo. Esa misma pasividad que por todos lados encuentra, el afán jaranero, es el producto de un cruce de sentimientos, pasiones, ideas, ideologías, que nosotros podríamos calificar de producto del mestizaje, la colonia y la república. La provincia de Chiclayo y Eten en particular muestran para la época una modernidad difusa, un aferrarse a la tradición y a modos anteriores de hacer y pensar, que sin embargo coexisten con la fuerza avasalladora del nuevo siglo XX.
La mujer, considerada desde el punto de vista de la vida cotidiana, se nos revela como heterogénea. Ella es madre, esposa, trabajadora, sujeto de dominio, es decir, desempeñando un rol sojuzgado, precisamente en cuanto trabajadora, esposa e indígena, y el maltrato de que es víctima llega hasta lo físico (por parte del marido), pero también es fiestera, bailarina, enamoradora, conversadora, pasea por las calles, el campo, y además es una devota. Así también podemos observar un orden de jerarquía presente en la vida cotidiana de las mujeres que como sujetos de dominación están envueltas y subordinadas a Dios, el esposo, el padre, si son niñas o solteras, la familia, el patrón, etc. Otro hecho importante es que para esta época la tensión sobre las habilidades y facultades de las mujeres era relativamente menor que lo es para épocas más recientes. Quiere decir que para la mujer de Eten era relativamente más sencillo en esos años, adquirir una maduración que le permitiese desenvolverse cotidianamente en su sociedad.
Esto también significa que la mujer etenana, a pesar de la heterogeneidad de sus roles, no alcanza un grado de individualidad que lo convierta en sujeto de las libertades expresadas por la modernidad. Los ideales de nación, república, democracia, cuando aún no se cumplían 100 años de la independencia, eran ideales que no se habían difundido entre la población indígena, postrada con muchas menos oportunidades para tentar otro estilo de vida y otro status social. La única vía que tiene en este caso, para la época y todavía en nuestros días, es la migración, el salir de la comunidad de origen. Y es el carácter de población móvil, junto a las causas netamente económicas, lo que hace de estos pueblos del norte, una comunidad siempre a punto de la disgregación, receptora de una modernidad incipiente, y sumidos en el estancamiento. Importante es además, la condición periférica de estos pueblos, con relación a un polo de desarrollo como es la capital de la provincia, Chiclayo, lugar al que se incorporan fuertes contingentes de los alrededores y con quienes intercambian productos y realizan alianzas familiares por matrimonio.
En esta situación, la espontaneidad, elemento consustancial en la estructura de la vida cotidiana de los pueblos, se vería seriamente limitada por la repetición de los aprendizajes y de los roles, en el mundo cerrado de la comunidad. Pero vemos que no hay tal mundo. La migración, el intercambio con los viajeros y visitantes, la moralidad, muy ligada al adoctrinamiento de la religión católica, eleva la tensión entre lo particular y lo específico, de la que resulta la espontaneidad. Para la época, se estarían experimentando cambios que afectarían el modo de vida tradicional de las mujeres de Eten, las que van perdiendo el antiguo idioma moche y hablan el castellano, con todas las innovaciones y experimentos que ello trae consigo. La mujer, encuentra más formas y estilos, modos de hacer y pensar, para ser imitados, que van a ser importantes en un primer proceso de individuación que vaya dejando de lado los roles tradicionales.

2)      Indumentaria y peinados de las mujeres.

Middendorf se detiene un poco en sus Observaciones, en el aspecto del atuendo. Hasta en esto se nota como prima lo específico sobre lo particular, la usanza tradicional, en desmedro de la moda, como se puede ver hasta ahora, en algunas mujeres de la zona. Para la época, el viajero alemán nos relata que las mujeres, jóvenes y adultas, se adornaban el cabello con flores frescas y trenzas. Usaban vestidos de color azul o negro, llamado capuz, el cual tiene una pretina en la cintura y es recogido en los hombros, dejando los brazos descubiertos. Para las fiestas populares, como la celebración del niño del milagro, descrita por Mejía Baca, usan las mujeres acomodadas, mantas de seda, medallones de oro colgados del cuello, aretes grandes, algunas con botas negras de charol, todo lo cual no significa que el atuendo sea un dechado de pulcritud.
La importancia del atuendo en la mujer revela criterios de uniformidad y conservadurismo en la comunidad. Las prendas de vestir tenían poca relación con la moda imperante, belle epoque, y con el nuevo rol de la mujer que se hallaba en las sociedades modernas en una posición cada vez más independiente. Es necesario señalar que el engalanamiento del cabello con flores, dan una nota de sensualidad que ayudaría a los flirteos, cosa muy importante para mujeres que eran educadas en los valores de la maternidad y la fecundidad, y para las cuales el matrimonio sería el fin a alcanzar para realizarse como mujeres.
   



3)      El trabajo de la mujer.

Muchas mujeres de Eten desempeñaban el oficio de tejedoras de sombreros y cigarreras. Eran mujeres de todas las edades y su materia prima era la palma de Macora y el junco de agua. Los sombreros podían ser modas, grandes y chicos, finos o corrientes, de copa alta y falda corta, cuadrados, cuatro treces, rayados, calagualles, guambritos, chilenos y machitos. La mencionada variedad deja ver que las mujeres estaban especializadas en muchos tipos de tejidos, tal y como lo testimonian Paredes y León Barandiaran en A golpe de arpa (Paredes, Rómulo, p. 297, 1935)
Otro trabajo de la mujer era atender la casa. Acarrear agua desde el río, lavar la ropa, prender el fogón de leña y preparar los alimentos. La crianza de los niños se hacía simultáneamente a todas estas labores, todo ello atestiguado por las fotografías de Enrique Brunning. Eten poseía un mercado en el que comercializar sus productos, que iban desde la chicha, los tejidos de paja, hasta los artículos de pan llevar. Todo ello indica que las mujeres, esposas de pescadores y agricultores, generalmente, eran parte fundamental de la economía del hogar y no solamente regaladas compañeras sentimentales. Esto traería como consecuencia cierto grado de expectativa de la mujer por superar su condición, así como un reforzamiento de su independencia, esencial al asumir un rol productivo.  

4)      La religiosidad femenina.

La religiosidad en Eten está muy ligada a los aspectos folklóricos y a la celebración de las fiestas. En A golpe de arpa, (o. c. p. 297) se describe a las cholas que acuden a la procesión del niño del milagro con sus hijos a cuestas, sostenidos por una manta tejida, igualmente a las niñas con sus hermanitos en la espalda, dando una muestra de cómo los pobladores se inician desde temprano en la devoción y el fervor. Paredes y León Barandiaran nos dicen que las mujeres son más asiduas concurrentes a los servicios y asistencias religiosas que los hombres, aún cuando su estado es de gravidez. Todas ellas portan alhajas y adornos para la ocasión. Es necesario decir, que la participación en las fiestas es un elemento del prestigio y la competencia por aportar mejor a la realización de las tradiciones comunitarias. El culto a los muertos y el luto, son también parte de los comportamientos tradicionales de las mujeres de la comunidad. Cuando una mujer pierde a un ser querido, lleva el cabello suelto en señal de dolor, llora junto a los parientes y amigos rememorando los dichos y las genialidades del occiso ante el cadáver; muestran su profundo dolor derramando lágrimas, sollozando, desvaneciéndose. Cuando se llevan el cadáver, sin embargo, cambian de actitud y se tranquilizan.
Los aspectos sincréticos de la religiosidad etenana para la época han sido poco o nada estudiados, pero la pervivencia de la fiesta religiosa y los lutos, misas y rezos, nos dan una ligera impresión de continuidad de los rituales propios de los ciclos agrarios y cosmogónicos de los antiguos.

5)      Rol de la mujer casada. Violencia conyugal.

El principal rol que desempeña la mujer en la época de la que hablamos es el de esposa y madre. Al parecer, es a partir del rol de esposa, mujer casada, que se distribuyen sus otras tareas y la carga laboral de hogares que muchas veces hacen las veces de pequeños centros productivos. La mujer casada nos dicen en A golpe de arpa (Paredes y León Barandiaran, pp. 297 y ss., 1935) cría muchos niños, carga el agua, acarrea leña, arrea el piajeno cargado de pan llevar, pastorea las cabras, cocina, lava, sirve, y muchas veces todo esto en estado de gravidez, sumando un hijo más a sus múltiples cargas. Un detalle que muchas feministas verían ácidamente hoy es que cuando el marido va por la calle montado en el burro, la mujer lo va arreando a pie, mientras lleva las crías, una de la mano, otra a la espalda y una en el vientre. Y es que estos detalles nos hablan de un machismo que se desprende del mismo tipo de relación secular de género, establecido con el advenimiento de las instituciones patriarcales. Algunas mujeres como es el caso de las estériles, sufren abusos de parte de sus maridos, frente a los cuales ella trabaja redobladamente en el hogar, prepara la chicha, labra la cera, cocina, lava, cose la ropa, baila y se emborracha en las jaranas. Es decir la violencia es respondida con un celo mayor por satisfacer al desafortunado esposo que no tiene una mujer que lo bendiga con descendencia. Paredes y Barandiaran dan a entender que la mujer necesita del marido a su lado para sentirse segura de su posición. Es algo natural y por eso, se señala a continuación que si el marido enferma o va preso, la mujer dará muchas muestras de sufrimiento, buscándolo en el hospital o la cárcel. En realidad por hacer una estampa, más que una crónica, Paredes y León Barandiaran hablan en genérico y abstracto de una variedad que tampoco es bueno soslayar cuando se estudia la vida cotidiana. Si hay un consumo exacerbado del alcohol y la chicha, dado el nivel ético de los individuos que nos interesan, y tensiones familiares como las que puede provocar un caso de esterilidad, o una esposa demasiado coqueta, etc., el abuso de la mujer puede llegar a existir como una situación promedio. De cierto modo los autores de A golpe de arpa nos hablan de que los matrimonios comúnmente son el resultado de un embarazo por atentado o estupro (Paredes, p.299, 1935). El matrimonio como se ve en muchos casos no es siquiera fruto del amor sino una solución de compromiso. Esto nos habla de un pudor muy fuerte y hasta de una moral reprimida en cuanto a la sexualidad. Para principios de siglo, el tema era sensible en muchos ámbitos y podemos considerar que en la cotidianidad de Eten, no había libertad y conocimiento, ni refinamiento alguno, en los lances amorosos, primaba la ignorancia, las emociones rebuscadas, la incomprensión y todo terminaba siendo encauzado por la senda del bien gracias a la intervención del cura del pueblo, quien se encargaba de auscultar a las mujeres que salían en cinta. La regla para entablar relaciones era entonces la informalidad.

6)      Desgracias y supersticiones de la mujer.

La mayor desgracia de la mujer en Eten a principios de siglo era enviudar. Esto significaba que la mujer debía ver desde ese momento por la casa, los hijos y ya no tendría un hombre solidario en el quehacer. El temor a las situaciones desgraciadas, y por lo tanto al futuro, el cuál esta fuera de todo cálculo, constituyendo el reino del azar, hace que la mujer se aferre a los rezagos de mentalidad mágica, en una zona donde la modernidad comienza a manifestar sus ventajas. Una de las soluciones que aporta la mentalidad mágica a la cotidianidad es la visión de un orden cerrado donde no interviene el azar sino que todo se halla previamente anunciado o prescrito por una voluntad superior que podemos atraer a nuestro favor. Si las mujeres poseían íntegramente un sistema mágico de creencias, en convivencia sincrética con el cristianismo, es algo que tampoco se ha investigado. Pero la construcción del muelle y ferrocarril de Eten llevaría un soplo de modernidad y cosmopolitismo, cuya fuerza fragmentaría el núcleo de las creencias tradicionales. Paredes y León sólo alcanzan a mencionar que son comunes los augurios y las creencias en almas de difuntos que vagan y apariciones. Por supuesto, para toda la zona se registra la creencia en el daño, la buena fortuna, el florecimiento, todo lo cual puede ser realizado por mecanismos mágicos. 

domingo, 29 de julio de 2012

LO ANORMAL COMO ROMÁNTICO EN LOLITA DE VLADIMIR NABOKOV





LO ANORMAL COMO ROMÁNTICO EN LOLITA DE VLADIMIR NABOKOV
Por: Fernando Odiaga
En el texto titulado, Sobre un libro llamado Lolita, que a manera de epílogo forma parte de la edición que guió el presente comentario, Nabokov nos da las claves de la historia íntima de la novela Lolita y nos ayuda a entender sutilmente que en su obra hay un sesgo freudiano, el cual en realidad, es mencionado solamente de pasada. Nabokov habla de: ´´mi vieja amistad con el vuduismo freudiano´´ en el contexto de un recuento de las reacciones que tuvo la novela Lolita entre los críticos lectores. Pero ahondando más en estos indicios de la presencia de un padecimiento clínico psicopatológico en el personaje Humbert Humbert, delineado como efecto de la comprensión sicoanalítica del Nabokov narrador, hallamos que en este aspecto la obra cumple al detalle la personificación matemática de la conducta del abusador infantil.
La obra misma Lolita es un quiebre de la percepción moral en occidente moderno, ante los avances y retrocesos del pudor entre las mujeres jóvenes y a la par la liberación sexual de los adultos, ambas definen un tiempo que excluye del juego a los menores, quienes paradójicamente pasan a ser contemplados cada vez más como sujetos de protección, tutela, modelamiento y formación inducidas, retrasando cuanto se pueda su necesario despertar. En sociedades más tradicionales como las latinoamericanas, tal retraso es evidente y fruto de muchas confusiones, incubada entre muy cosmopolitas concepciones del niño como investigador explorador, curioso e inocente, el ser en formación que descubre nuevos mundos con la imaginación, el hombre en su estado más próximo a la naturaleza.
El yo del narrador en primera persona, narrador personaje de Lolita, es un yo irónico, cínico y corrompido. Pero esto es nada más que la apariencia moral, objetiva de un hombre abominable que es producto de un despojo existencial. Su infancia misma y su iniciación, su hallazgo del amor verdadero, son experiencias truncadas. ´´H.H.´´ conoce el amor y la muerte, el dolor y el placer en su continuidad y su sociedad trágicas, a una edad muy temprana. Por lo tanto, está condenado a buscar esa destrucción que lo destruyó a él.

Nabokov escribe, en el prólogo de la edición del El Comercio (colección que se publico el año 2000) lo siguiente, sobre el personaje de su novela:

´´No tengo la intención de glorificar a H. H. Sin duda es un hombre abominable, abyecto, un ejemplo flagrante de lepra moral, una mezcla de ferocidad y jocosidad que acaso revele una suprema desdicha pero que no puede ejercer atracción. Su capricho llega a la extravagancia. Muchas de sus opiniones formuladas aquí y allá sobre las gentes y el paisaje de este país son ridículos. Cierta desesperada honradez que vibra en su confesión no le absuelve de pecados de diabólica astucia. Es un anormal. No es un caballero.´´ (p. 11)
En dicho prologo Nabokov encarna a John Ray, hombre de letras a quien le hacen llegar el manuscrito de un reo que prefiere mantenerse en el anonimato bajo el seudónimo de Humbert Humbert. El manuscrito se tituló Lolita. Confesiones de un viudo de raza blanca. El nombre de Humbert es una máscara tras la cual se oculta un intelectual europeo que al azar vive en América donde conoce y es víctima de la pasión por una niña de doce años. Un encuentro del viejo mundo y el nuevo, una cultura libre y en ascenso frente a una cultura decadente, envejecida, plagada de errores y falsas ilusiones, cargada de estigmas y crímenes, así como de esperanzas y genialidades. El personaje de Nabokov es un desarraigado, un hombre que huye del pasado de una Europa en la que él mismo es una sombra de sus propias posibilidades, arrastrando consigo el mal de la nínfula, esa manía por iniciar y gozar a las mujeres núbiles. Un primer apunte de especulación sicológica en torno a este antihéroe, este anormal de la novela de amor, yace precisamente en esa confusión de espacios, en ese juego de espejos que se vuelven los exilios para los solitarios que se hunden en la tristeza y en las exacerbaciones de la sensualidad; el desarraigo es un patrón recurrente entre los hombres culpables.
En la construcción de su personaje Nabokov utiliza a veces la tercera persona: ´´Annabel era, como el narrador, de origen híbrido: medio inglesa, medio holandesa´´ Pero cae nuevamente en la primera persona; en lugar de continuar con esa distancia, sigue después: ´´Hoy recuerdo sus rasgos con nitidez…´´
En el mismo párrafo, Nabokov se mete a explicar una teoría subjetiva sobre las clases de memoria visual y utiliza el plural científico: ´´Nosotros recreamos diestramente una imagen…en el laboratorio de nuestra mente… evocamos instantáneamente…´´ para luego sumergirse en su confesionalismo intimista, en su fruición nostálgica, poniendo entre paréntesis el tácito y anónimo, el enmascarado Humbert Humbert, ´´(y así veo a lolita)´´.
Es éste confesionalismo intimista el que le da ese aire de confianza al lector del libro, que se desliza ante revelaciones extraordinarias de cómo puede llegar a ser abyecto un hombre al tratar de seguir sus bajas pasiones. El retrato sorprendente que se obtiene gracias a la construcción de estos rasgos, aparece sin disimulo, entre los alegatos difusos y estéticos a favor de la afición pervertida del personaje por ciertas menores de edad: ´´El lector que ya me conoce…imaginará con facilidad como me cubría de polvo y me acaloraba al tratar de obtener un vislumbre de nínfulas (siempre remotas, ay) jugando en Central Park…´´ (p. 36)

Nabokov intenta que el protagonista, el personaje narrador, entable un diálogo y una empatía con el lector. Y se esfuerza en toda la obra por rodear su búsqueda abusiva de la mujer iniciática de una atracción y una gracia, de una candidez, que hacen olvidar la motivación de toda la obra, su angustia culposa, por maltratar la infancia de Lolita, y su sed de venganza por el que se la arrebata de las manos.
Cuando el personaje realiza su transgresión y se siente dominado por la pasajera dicha dice así: ´´ Ingrese en el nivel de existencia donde nada importaba, salvo la infusión de goce que fermentaba en mi cuerpo.´´ (p. 59)
Esto dista de la renuncia y la pureza del amor romántico tal y como se da en sus versiones más edulcoradas. La conducta de Humbert Humbert, es en sí misma la renuncia de toda pureza, bajo la cual emerge agitada la lascivia egoísta.
Lo que no comprende Humbert es que su satisfacción es de un solo lado, que no puede suscitar la dicha en la persona que es objeto de sus deseos, vale decir, la niña mala, Lolita. Un amor puro hubiera logrado con respeto y castidad, una relación constructiva y creativa con ella. Esto es precisamente lo que repugna en el acercamiento entre un adulto y una púber: que si bien está apta físicamente para procrear, no lo es psicológicamente para mantener lazos estables de dependencia emocional con cualquiera, aun fuera una persona de su misma edad, pues lo conveniente, desde un punto de vista de crecimiento social, es que de la tutela de sus padres, debe seguir un período de libertad en que la mujer se desarrolle material y espiritualmente, así como deben madurar su capacidad de convivencia y de elección, como se dice en la jerga de los programas pedagógicos,, debe ´´construir su autonomía´´; vale decir que a pesar del consentimiento inicial de Lolita, que obviamente creía estar jugando , cuando realmente estaba creciendo, Nabokov se las arregla para insertar en su novela un caso moralizante donde la intromisión voluntarista de un adulto sin escrúpulos, resulta en perjuicio de la niña, un obvio abuso, una manipulación con ventaja, una mala forma de arruinar la vida de alguien que todavía no ha vivido, de aprovecharse de la inocencia.
Hay una distancia que ya se ha puesto de manifiesto entre Nabokov y su antihéroe. Sin embargo ello no impide que el personaje narrado construya una defensa de su propia imagen ante su vindicta confesional, El personaje dice: ´´ ¡No somos demonios sexuales!...somos caballeros, tristes, suaves, con ojos de perro, lo suficientemente integrados como para controlar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar una nínfula.´´ (p. 84)
El narrador usa nuevamente el plural ´´Nosotros´´ para incluirse entre los cófrades de la pedofilia más desencarnada. A su vez, Nabokov aprovecha para proponer su teoría de los rasgos síquicos del abusador.
Para Nabokov, Humbert  el transgresor, ha construido en su deseo por Lolita, una idea de que la niña, que exhalaba el mal nínfeo por cada poro, ´´estaba predestinada para su secreto goce´´ (p.117) Era para un hombre maduro, un juguete lascivo. En un rapto de egoísmo y posesión maníaca, Nabokov, hace decir a Humbert: ´´Lolita era mía´´. En el mismo párrafo señala  que el goce de tal posesión es letal y que solamente les traerá a ambos horror y dolor (p.117)
Humbert se vuelve a preguntar, haciendo conjeturas, si él es el fiel sabueso de la naturaleza, pues su conciencia pequeño burguesa lo atormenta diciéndole que su apetito sexual por Lolita es monstruoso. Ya hemos adelantado antes en qué consiste esta monstruosidad, este delito.
El respeto que le debe el adulto a los niños debe nacer de la conciencia de su poder sobre ellos. Humbert llama en otro lugar de la obra a Lolita: ´´niña esclava´´ dándonos una idea de la configuración de este poder cuando transgrede los límites del afecto paternal y se vuelve un deseo erótico. Este lenguaje emparenta a Humbert con los sádicos, y es que el carácter pedofilico es un recubrimiento y una recreación del carácter sádico, pues en la situación de relación con niños, el  adulto impone sus condiciones.
Lolita se convierte en el transcurso de la novela en la propiedad de su padrastro, en la vagabunda niña esclava, errante y desarraigada, clandestina, que vive maritalmente con un adulto. El egoísmo y el carácter de posesión privada de un ser humano llegan aquí a su punto máximo. El mismo Humbert Humber es un personaje muy narcisista que se la pasa en varios pasajes alabando su físico y lo apuesto que es para las mujeres. Lo ajeno, se torna en la situación de clandestinidad,  en esos extraños que pululan en los hoteles repletos de filisteos americanos, esos fantasmas que en cualquier momento pueden levantar su dedo acusador y acabar con la farsa, los entrometidos,. Pero en el caso de Lolita el signo de los entrometidos es contrario, no vienen a liberar a la niña si no a arrebatársela a su malhadado progenitor para prostituirla lejos de él. La pesadilla de Humbert de perder a su amada lolita se hace realidad y la obra adquiere los tonos de una tragicomedia, nace el burlador burlado y la sed de venganza.
Estos detalles hacen del antihéroe de Nabokov un arquetipo de clase media vulgar, anclado en el devenir de la búsqueda del tiempo perdido, un soñador enamorado como el de La muerte en Venecia, otra novela que explora los lados oscuros del amor, un maniaco de las visones y las caricias, un hombre que necesita gozar pero que es incapaz él mismo de proporcionar el goce a otro ser humano. Hay un Honor de fauno que empuja a Humbert a su venganza, el asesinato de crueldad refinada que va al final del libro como corolario de la búsqueda del hombre que le arrebato a Lolita hace de Humbert Humbert un ser humano cabal en medio de sus penurias y sus anomalías, lo vuelven un vengador interesado, sí, un hombre con un honor de galán deshonrado, con una vanidad maltrecha, desafortunado, con la vida perdida, que comete un baño de sangre para lavar tantos errores, que pone fin a la comedia, como dice él, matando al comediógrafo.
Con su muerte en prisión se cierra la historia del pervertidor de Lolita, del padrastro incestuoso, del fauno obsedido por su propio paraíso de belleza tierna. Lolita queda como un documento que narra los extremos del amor imposible, aun en su concretización, la llama tiene un fulgor débil, el goce secreto está condenado a ser efímero y la ausencia, aniquiladora.

sábado, 21 de julio de 2012

DOMINACIÓN Y LIBERTAD EN EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL DE HERBERT MARCUSE. POR UNA CULTURA LIBERTARIA PARA LA JUVENTUD


I

¿Por qué el tema de la dominación? Pensamos que esta categoría no ha perdido vigencia en el análisis social y precisamente ahora vivimos en una época de dominación sofisticada, hermética, globalizada. Como tal es en nuestra época que la dominación se presenta con su propia estructura, un entramado de relaciones asimétricas con menoscabo de una de las partes, que llega a superar los ámbitos estrictamente territoriales y nacionales. La economía por ejemplo, está dominada por un grupo de grandes trasnacionales que concentran riqueza por encima de las decisiones de los estados. Se hace objetivo el nivel de los controles sobre el individuo, la paz y la violencia parecen estar programadas y se procura que todos queden expuestos a sus estímulos. Ante la oleada de contraideología que redunda en presentar a la libertad como la ideal libertad del comerciante, del vendedor, del empresario, etc., y que quiere negar el cierre real para toda tentativa divergente, dejándonos listos para abrazar el pensamiento único, se hace más urgente manejar un nuevo concepto de libertad. Y por todo esto hemos buscado en la obra de los críticos neomarxistas notas que nos ayuden a entender mejor qué es dominación y qué es libertad. Concretamente buscamos en Herbert Marcuse, quién a través de las páginas de El hombre unidimensional, ha dejado una visión esperanzada y a la vez sombría de la sociedad moderna de masas, democrática, pero no tanto, a veces dictatorial y otras blanda.


II


Para Marcuse la dominación es algo que subyace a la misma lógica que organiza nuestras ideas y que fundamenta la ciencia, la tecnología y por ende, toda la praxis moderna. Nos dice que la metafísica de Aristóteles ya establecía la conexión entre conocimiento y control[1]. Si conocemos las causas que producen los efectos regularemos los efectos a partir de la regulación de las causas. Esto de por sí genera todo un discurso que valora el conocimiento aplicado; aún la mera ontología y metafísica, darán luz sobre los aspectos éticos y morales de la sociedad, proponiendo y promoviendo formas de vida más acordes con la razón. Y que queda decir ahora, con el desarrollo de la psicología, se hace patente que el mejor conocimiento del individuo puede ser útil para su instrumentación y manipulación, para su ulterior sojuzgamiento. La dominación entraña desde el mismo discurso lógico filosófico una apelación a las causas finales como verdades a las que hay que prestar nuestro asentimiento. Así para los estoicos, ningún hombre será libre del fatum y su aceptación voluntaria es un signo de sabiduría. Dominación supone libertad en correspondencia dialéctica. Allí donde hay dominación, donde los pueblos son subyugados por una forma de vida que no es la suya, rigiéndose por leyes que ellos mismos no se han dado, clama una sola voluntad por ser libres, por escapar a la opresión. Pero también donde un trabajador consume una jornada de doce o catorce horas, realizando labores repetitivas y extenuantes, en un ambiente inadecuado, sin un salario seguro a fin de mes, porque puede quedarse en adeudo; también entonces hay dominación y por lo tanto, esperanzas de libertad.
Desde Aristóteles pues, la lógica formal ha sido un instrumento mental desarrollado para el control y el cálculo universal, convirtiéndose en lógica de la dominación, y eso es manifiesto en los conceptos de la ciencia que no son sino operadores de predicción y control; se da así el primer paso en el largo camino de la epistemología y de la ciencia que en el devenir generará los grandes sistemas bajo los cuales regimos nuestra vida y que son casos de lógica aplicada, tales como el derecho y la cibernética.
Marcuse es enfático en señalar que la dominación del hombre por el hombre es un hecho que vincula en su continuidad histórica la razón pre-tecnológica con la razón tecnológica.[2] La insistencia en caer una y otra vez en el círculo vicioso y destructivo de la dominación hace cada vez más realizable un universo cerrado y totalitario; nada más a la mano para esto que el código negativo de la racionalidad tecnológica. Bajo su desarrollo se logra la armonía entre libertad y opresión. El amo es, pero es sentido como algo lejano, incluso impersonal, para quienes ocupan niveles altos de la jerarquía y aún así son sólo instrumentos de la dominación. Nuestra actual dependencia no es simbolizable por cadenas. El amo de la antigüedad ha sido reemplazado por las leyes económicas, los mercados, es decir un orden objetivo de cosas que es susceptible de ser científicamente administrable. La dominación que comenzó siendo la lógica estática de Aristóteles, se convierte ahora en dominación tecnológica. Ella ampara en el industrialismo avanzado la integración de las fuerzas sociales anteriormente negativas y hostiles al sistema establecido y crea una nueva estructura. Ella proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, cuantificable, controlable y sólo a partir de allí pasa a organizar el trabajo técnico. Es ésta organización la que deviene en opresiva y alienadora desde el punto de vista marcusiano. La maquinaria del universo tecnológico es indiferente a los fines políticos, es la forma universal de la producción material y como tal, proyecta a nuestros ojos embelesados e ilusos un mundo, una cultura, una totalidad histórica.[3]La ciencia pura es la sustentadora de este proyecto tecnológico. Marcuse dice:

“El método científico que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la naturaleza.”[4]

Los conceptos de la ciencia son aplicados a la sociedad asépticamente, sin pasar por el tamiz de la crítica, ellos mismos son los normalizadores y disciplinadores de la práctica social en la medida en que esta es una racionalidad de la producción, organización, explotación y control. Las fuerzas irracionales de todo tipo quedan soterradas, incluidas como escape sucedáneo de la realidad, permitidas como globos de ensayo mediáticos. Hoy por hoy la dominación se difunde y se perpetua no sólo por medio de la tecnología sino como tecnología. Ella racionaliza la falta de libertad, ésta no aparece como irracional ni como política, sino como sumisión al aparato técnico que aumenta el confort y la productividad. La racionalidad tecnológica es uno de los domos protectores de la legitimidad de la dominación prestándose al totalitarismo del control y la administración global. La cosificación de la que el ser humano es víctima le impide ser consciente de los esquemas de servidumbre, que cree aceptar libremente. Por último se establece un universo de discurso y conducta del cual se excluyen la contradicción y la superación.



III

El juego político democrático permite la promoción de poderes al margen de los grandes intereses de la clase dominante, cuya esfera de acción cae fuera de lo previsto por el sistema. Los efectos duraderos de una educación crítica y transformadora delinearán nuevas maneras de la praxis individual y social que irán en contra de la dominación. La libertad irreductible se encuentra en la imaginación, la fantasía, el deseo, facultades mentales que están a la base de las operaciones de pensamiento. Cada individuo es portador de un caudal innato que de por sí constituye una nueva vía evolutiva. El libre pensamiento, el juego de estas facultades es lo que el hombre realiza cuando se halla en la esfera del arte. Pensamos que una educación y una cultura de la libertad son posibles a partir de la contemplación y la crítica, de la imaginación y la fantasía transformando los objetos tal y como ocurre con la obra de arte. Por lo tanto, la creación y la recreación estéticas son pilares de la conducta del hombre libre, ya que el hombre libre es aquel que ha trascendido el reino de la necesidad y del trabajo. Este hombre puede liberar a otros. La función social del hombre educado es una función primariamente política. Allí donde alguien se pone espontáneamente al servicio de una causa supraindividual, o del estado, hay alguien buscando una ocupación connatural a un ocio aburguesado. O hay, si cabe la felicidad, alguien dispuesto a refundir la materia de sus pasiones en una obra magnífica de música, poesía o pintura. Las artes pueden configurar un mundo más alegre, más dichoso. Más cuando se les obliga al no despilfarro de recursos, entonces surge la sencillez, la austeridad, de la misma fuente de la belleza. Lo que pasa es que la educación aun no ha cumplido con la misión de socializar el arte.
¿Que se necesita para constituir el arte como la base de una educación y una cultura de la libertad? Hay que fomentar una conciencia entre los profesores, por lo menos de los que son progresistas y sensibles para cambiar la base misma de la escolaridad; no podemos seguir cayendo en el error de que la educación es algo que debe inducirse. El conocimiento es una necesidad evolutiva y el individuo tarde o temprano necesitará hacerse con una visión del mundo. Los maestros no pueden estar allí a la hora que el niño se hace hombre y se pregunta por su destino, si no han estado antes, vale decir desde el principio. Entonces son las grandes obras de la humanidad, sus realizaciones imperecederas, tanto en el arte como en la ciencia y el pensamiento, las que deben presidir la educación del hombre, en el nivel espontáneo o sistemático de la escuela, pero de una escuela democrática que motive y valore la construcción vital y autoafirmativa de cada uno de los individuos involucrados.
Un ejemplo de arte que debe ir a las grandes mayorías es el de la poesía. La palabra es el vehículo natural de nuestra expresión y es de un potencial liberador que sólo puede verse cuando un individuo realiza en sí mismo la posesión de un lenguaje cabal con el que transmitir los contenidos del mundo. Con ese lenguaje los poetas hacen belleza y no solamente belleza, hacen historia, de los encumbrados y de los humildes, de los famosos y de los anónimos, de las ideas sublimes y sus laberintos dialécticos. Los talleres de poesía deberán ser ocupación tanto de profesores como de artistas libertarios. Gratuitos, en los colegios, en los clubes, en las vacacionales, entre los deportistas, entre los presos y los militares; se deberán hacer juegos florales por lo menos en cada localidad que cuente con alguna institución educativa. Se deberá promover una industria editorial de consumo masivo, de bajo costo, pero de gran calidad, la cual deberá pasar si no encuentra apoyos oficiales por la autogestión. Lo que se quiere es elevar el gusto del pueblo mayoritario, sobre todo los de nuestra América, quienes se verán espiritualmente elevados, adquirirán conciencia e identidad y reflexionarán sobre aquello que es pertinente para construir una cultura de la libertad, que frente a lo que el hombre puede hacer con sus manos todavía, con su imaginación, etc., debe desobedecer activamente al confort blando y simplificador de la tecnología que nos abruma con su configuración vanguardista y a la vez desechable.


IV
Llegamos al final de nuestro discurrir en torno a El hombre unidimensional con algunas conclusiones que deben llevarnos a una seria reflexión.
En primer lugar la dominación es un hecho o fenómeno que tiene una dimensión mental, ideológica, que afecta la conciencia histórica de los hombres, por lo menos de aquellos preocupados por el destino de la humanidad y su conducción.
Que la dominación como lo ha manifestado Salazar Bondy, genera una cultura con ideales educativos y científicos que defienden y fundamentan el sistema.
Que la dominación es en principio dominación de la naturaleza, como quería Francis Bacon, pero que a través de esta dominación, el hombre se domina a sí mismo en tanto naturaleza y domina a los otros hombres. La ciencia como tal es una gran empresa de dominación que trata de manipular, conocer y aplicar todas las esferas de la vida.
Esto hará que la dominación sea forzosamente tecnológica.
El individuo deberá buscar sus posibilidades de libertad precisamente en un discurso que rompa las vías por las que nos lleva la cultura de la dominación predominantemente científica y tecnológica. Ello implica volver a las fuentes de nuestra imaginación, a la libertad interior, donde deberá obrarse la transformación del homo faber tecnológico, explotador, depredador, en un hombre social y ecológico.



BIBLIOGRAFÍA

-          MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional, ED. Planeta, Barcelona, 1985, 286 pp.



















[1] MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional, p. 165
[2] ibid., p. 171
[3] ibid., p. 181
[4] o. c., pp. 185 y ss.

martes, 17 de julio de 2012


FILOSOFÍA Y ARTE EN EL PENSAMIENTO DE FRIEDRICH NIETZSCHE

Por: Fernando Odiaga



Comencemos con algunos datos biográficos: Nietzsche nace el 15 de octubre de 1844 en Röcken, una localidad perteneciente a la región de Turingia en Sajonia que fue anexionada a Prusia en 1815. En 1849 pierde a su padre y al año siguiente a su hermano menor. Desde 1850 asiste a la escuela en la ciudad de Naumburg a donde se había mudado con su madre, su hermana y su abuela. Es la época en que se aficiona a la música y a componer melodías y poemas, inspirados en los clásicos de la literatura alemana. En 1864 se inscribe como estudiante de teología en Bonn para no defraudar a su madre que soñaba verlo convertido en pastor como lo fueron su padre y su abuelo. Asiste a la cátedra de filología de Ritschl. En 1866 comienza a publicar sus primeros trabajos de filología apoyado por su maestro Ritschl. En 1867 comienza a hacer el servicio militar en Berlín. En 1869 se convierte en catedrático de lengua y literatura griega en Basilea sin ser siquiera doctor, siempre bajo el apoyo de Ritschl. El año anterior había conocido a Richard Wagner cuya música lo fascina e inicia con él una relación que marcaría su vida. Finalmente se logra doctorar en la universidad de Leipzig el año 1869 sin examen ni tesis. Abandona la ciudadanía prusiana convirtiéndose en un apátrida. En 1872 pierde su puesto en Basilea por las críticas recibidas al Origen de la tragedia de parte del filólogo Ulrich von Wilamowitz. En 1876 rompe su relación con Wagner; su salud empeora luego de haber venido debilitándose. Viaja por Italia. En 1879 pide su jubilación por estar gravemente enfermo y abandona definitivamente la docencia. En 1889 comienza su locura y se le interna en un hospital psiquiátrico; el diagnostico es parálisis progresiva. Es cuidado por su madre que muere en 1897 quedando entonces Nietzsche al cuidado de su hermana Elizabeth. Por último fallece el 25 de agosto de 1900.
Sus principales obras son: El nacimiento de la tragedia; Consideraciones intempestivas; Así hablaba Zarathustra; Más allá del bien y del mal; El anticristo; La genealogía de la moral; Ecce homo; Crepúsculo de los ídolos.
Nietzsche es un pensador único y profundo, el más sorprendente de los que ha dado el siglo XIX. Para comprender su filosofía es necesario habérselas con algunos conceptos básicos como “el eterno retorno”, “la transvaloración de todos los valores”, “la voluntad de poder” y también el concepto de “nihilismo” y “superhombre”.
Nietzsche afirmaba que el verdadero filósofo no podía ser el sabio, que anclado en la historia “jamás vera los objetos por primera vez”. Este mirar los objetos en su desnuda originalidad requiere, filosóficamente hablando, de la abstención o reducción fenomenológica enunciada genialmente por Husserl algún tiempo después deseando conectar el pensamiento con la esencia de las cosas.
Pero debemos afirmar antes de cualquier consideración que la doctrina que expuso Nietzsche en sus años de mayor trabajo intelectual tiene, al decir de Georges Bataille, una ausencia de metas claras y definidas; Bataille percibe en Nietzsche una insumisión a cualquier designio práctico y ante su carencia de propuesta o programa sea este político o intelectual, considera que la obra de Nietzsche es un aborto indefendible y su vida es una vida fallida. En nuestro parecer diremos con Nietzsche que: “para obrar es preciso hallarse envuelto en el velo de la ilusión” y por lo tanto toda obra y toda acción, toda praxis es una banalidad fruto de un encantamiento, de un hechizo, de un engaño.
Sin embargo la obra de Nietzsche es una obra polémica no en lo que tiene de constructivo, si es que lo tiene, sino en lo que tiene de destructivo, es en realidad una provocación para los espíritus libres, desprejuiciados, para aquellos que están hartos de la fría razón y de las reglas de la lógica. Nietzsche escribe para los “audaces indagadores” para los que alguna vez se han “lanzado con astutas velas a mares terribles”, aquellos que viven ebrios de enigmas…”y que ahí donde pueden adivinar, odian el deducir”
La obra de Nietzsche puede leerse en dos planos: la moral y el arte.
En el plano de la moral nuestro filósofo se levanta armado solo con lo que el llama su instinto defensor de la vida para oponer una nueva visión de la vida a la moral imperante, visión que tiene en sí misma una valoración puramente artística de la vida que es a la vez anticristiana y que él denomina con el nombre de un dios griego, “dionisíaca”. Así pues la crítica destructiva que realiza Nietzsche a la moral tiene raíces en la revaloración del arte, sobre todo griego, tal y como se manifiesta en su obra El nacimiento de la tragedia. Nietzsche descubrió en Grecia una cultura que fue rica y fecunda precisamente por ser un tipo de cultura antihistórica. El eterno retorno y no el tiempo lineal de la historia y el progreso, ese era uno de los dilemas Nietzscheanos. El subtitulo de El origen de la tragedia era Helenismo y pesimismo.
En la época de Nietzsche era muy difundido estudiar solo el aspecto plástico del arte griego, el apolíneo, el sello de la deidad en la forma de la obra, arte de ponderación, medida, conocimiento, dominio de si, que conlleva la contemplación impasible y serena ante el dolor. A lo apolíneo se opone lo dionisiaco donde el éxtasis de la embriaguez, es el conocimiento de la unidad de la voluntad, esencia del mundo.
En sus cuestionamientos Nietzsche llega a una concepción muy precisa sobre el arte cuando dice en El nacimiento de la tragedia, 24 que: “…el arte no es sólo una imitación de la realidad natural, sino un suplemento metafísico de la misma, colocado junto a ella para superarla” Entendido así el arte es imitación, suplemento y superación de la realidad. El arte es una búsqueda entonces de la verdad profunda de las cosas, una verdad que es la llave de la historia de la producción, de la creación del hombre como creador de realidad, de valores, de vida. Sería la actividad propia del superhombre que deseaba Nietzsche. Para él: “no la moral sino el arte es la actividad propiamente metafísica del hombre” y “la existencia del mundo esta justificada sólo como fenómeno estético”. También afirma que: “El artista es un dios que creando mundos se desembaraza de la plenitud y sobreplenitud del sufrimiento”. Poniendo por ejemplo la poesía, el filósofo pretende que ésta sea la “no aderezada expresión de la verdad” para lo cual tiene que desnudar primero la mentira sobre la que se fundamenta el orden, la  realidad de nuestra civilización. Para Nietzsche se debe ver la ciencia “con la óptica del artista, y el arte con la de la vida”. Para esto se debe tener una inspiración superior, ya que Nietzsche creía en la inspiración que era para él revelación y que acontece cuando de repente: “con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo. Algo que lo conmueve y trastorna a uno en lo más hondo…”; dicho de otro modo el poeta debe: “cabalgar sobre todos los símbolos hacia todas las verdades”.
La poesía y el arte son un placer superior y los griegos patentaron este placer en la tragedia. Ella consiste en el conocimiento básico de la unidad de todo lo existente y la consideración de la individuación como razón original del mal, entendiendo esta individuación también en analogía a la separatividad de la que habla Erich Fromm en El arte de amar. La poesía y la estética constituyen la esperanza de que pueda restablecerse la unidad que la separación del todo original en individuos ha roto.
Es por eso que en un momento de su historia los griegos manifestaron un anhelo de belleza, de fiestas, de diversiones, de nuevos cultos por que sentían dolor y melancolía de Ser, y la tragedia es el reverso de la moneda, el anhelo de lo feo, del pesimismo, la imagen de las cosas terribles, enigmáticas, aniquiladoras que también existen en lo profundo del Ser. Nietzsche dice que: “en los dioses olímpicos nada recuerda la ascética, la espiritualidad y el deber: aquí nos habla tan sólo una existencia exuberante, más aún triunfal, en la que está divinizado todo lo existente, lo mismo si es bueno que si es malo.” (El origen de la tragedia, 3)
Y aquí llegamos al punto en que moral y arte se enlazan de nuevo por que vemos que a través del arte griego se nos muestra ese orden superior de los valores que dicen sí a la vida, los valores nobles, los que garantizan el futuro y que son contrapuestos a los que Nietzsche llama valores de decadencia, los valores morales de los que renuncian a la vida y a sí mismos por lo tanto, los de aquellos que tienen una intención oculta de vengarse de la vida, identificados ellos con las religiones ascéticas en general y con el cristianismo en el caso particular de occidente.
Una cultura necesita de valores para transmitirse a la vez que para tener una unidad de creencias, y los valores de la cultura moderna, que era el centro de atención de Nietzsche, eran para él síntoma de decadencia (dichos valores eran el cristianismo, el pesimismo, la ciencia, el racionalismo, la moral del deber, la democracia, el socialismo).
Así, la civilización desastrosa que se vive es el fruto de la buena moralidad, que no es otra cosa que debilidad y afeminamiento. Los golpes irán dirigidos en la obra posterior de Nietzsche contra los ascetas, los cuales son los avatares de la ciencia y la moral, que desprecian todo aquello que es sano, poderoso, rudo, salvaje, desenfrenado, el asceta es un ser delicado que desprecia con mas facilidad que lo que odia, y antes que la violencia elige la astucia, esto, aunque Torquemada demostrara que ulteriormente la astucia se torna la violencia misma.
Lo que ha hecho Nietzsche con la filosofía y la poesía es volar más allá de la expresión puramente estética o racional, metafísica, ha tensado hasta el extremo el lenguaje, el idioma en busca de la verdad.