En muchos lugares del mundo, un
signo de modernización ha sido la asunción por parte del estado de la educación
universal gratuita. Parte de este signo viene dado por el hecho de que los
mismos intentos teóricos que se fueron desenvolviendo en el ámbito de la
educación desde Pestalozzi en adelante, corresponden a la interiorización en el
imaginario de los gobernantes y de las clases pudientes, de que la democracia
necesitaba de una educación universal, que los niños y jóvenes eran acogidos en
la promoción de sus derechos como los sujetos libres a quienes se debe atender
en su necesidad de saber para después actuar en la vida. El desenvolvimiento de
esta modernidad y esta ilustración devino en la creación de escuelas públicas y
la libre oferta, tanto como la masificación, de la enseñanza.
Todas las teorías educativas que
han devenido desde entonces se trabaron en una crítica y una superación de la
escuela tradicional, atascada en la Didáctica de Comenio, basándose en una
especie de activismo y proclamaron estar centradas en el sujeto del
aprendizaje, o sea en el niño o joven, o adulto, sea el caso de una
capacitación.
Las líneas teóricas de este
activismo son versiones a su vez de la Critica de la Razón pura del gran
filosofo alemán Emmanuel Kant, se coligen y se deducen más o menos de sus
principios. Es cierto que hasta el constructivismo implícito en la evolución
cognitiva señalada por Jean Piaget, debe mucho a la crítica de Kant. (Lo cual
es una especie de homología filosófico científica, pues la teoría cuántica y la
teoría de la relatividad pueden ser reducidas a la teoría del conocimiento
Kantiano). El activismo constructivista moderno está plagado además de la
influencia de la psicología cognitiva y su visión exclusivamente somática
neurológica de los condicionamientos y los procesos neuronales que conlleva la
exploración y la aprehensión del mundo que comúnmente llamamos aprendizaje. En
todas sus etapas esta presencia de la psicología le ha sido una adhesión
natural de la innegable transdiciplinariedad de la construcción de teorías
científicas. Psicología y Pedagogía se han aliado pues en la era del estado
liberal, para experimentar de una manera ubicua y proliferante, por todos los
lugares con el aprendizaje de las personas y los niños.
El resultado obvio de esta
alianza transdisciplinar es una pedagogía científica, en la que se reconocen
varias autoridades y que tratan de proponer más o menos métodos e innovaciones
didácticas, así como de postular teorías que alimentan un programa de
investigación que está muy bien consolidado en la práctica, pero que al nivel
teórico nos ofrece unas estructuras todavía difusas. Por ejemplo, las
especulaciones de la mente y de la inteligencia o inteligencias, por Gardner se
fundamenta en una neurociencia que está en pañales y que no avanza demasiado
rápido en explicar los misterios de esa facultad humana que llaman pensamiento.
Pero el desenvolvimiento de este
proceso que va desde Pestalozzi a Gardner, ha dejado marcas en una praxis
política que quiso llevar a cabo, al menos como un gesto, la universalización y
la gratuidad de la enseñanza. La escuela pública ha crecido y se ha
hipertrofiado al amparo de una yuxtaposición de teorías educativas que han
resultado en otras tantas leyes de educación y propuestas curriculares. La
teoría, sin estar rigurosamente contrastada y comprobada, como se espera de una
teoría científica, se volvió experiencia con tanta rapidez como era reemplazada
por otra experiencia, basada más o menos en algún lineamiento teórico
psicopedagógico.
Tenemos entonces que el efecto de
este caos de experiencias-teorías, es en parte epistemológico, como es en parte
político. Es una visión propia del pacto estado-ciencia, que brinda la
oportunidad a uno de experimentar con conejillos de indias humanos y a los
otros de realizar sus demagógicos sueños, de uniformizar las conciencias, etc.;
sin embargo, existe además de la carencia de una articulación teórica seria y
unificada sobre la educación, los docentes que han sido formados al amparo de
diferentes teorías y experimentos o experiencias educativas. Los expertos se
han puesto de pie para formular sus proyectos y evaluaciones y el estado se ha
sentado a esperar el cumplimiento de las metas más utópicas y soñadoras, en
cuanto a la formación de los ciudadanos. Por eso el caos teórico, la
yuxtaposición y multiplicidad de visiones pedagógicas y las sucesivas reformas
que se han perpetrado para solucionar el problema de la educación. Ahora que se
habla del pragmatismo, aquí el pragmatismo brilla por su ausencia; ni siquiera
hemos solucionado nuestro problema de alfabetización, sin embargo, cada régimen
democrático desde los ’80 ha ensayado su propia reforma educativa.
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