1) Contexto de la cotidianidad en las
provincias del norte. (Chiclayo, Eten, Monsefú)
Para los años que vamos a tratar, la generación
que nos interesa es la que se desarrolla desde los primeros años de la
posguerra del Pacífico. La mujer indígena etenana desciende de los derrotados
en la guerra y a la vez crece al amparo de las corrientes regeneradoras que dan
en llamarse, para la época, reconstrucción nacional. Por esos tiempos el alemán
Brunning hacía sus investigaciones en la región y las fotos que tomó en Eten
son fechadas en 1907 y 1908. El Perú era gobernado en esos años por Augusto
Bernardino Leguía, que era Lambayecano y que además de representar los
intereses de los terratenientes de los valles del Zaña y del Chancay, y de su
complejo agroindustrial, es famoso por abrir el Perú a los capitales
norteamericanos.
Esta misma zona, nuestra provincia de Chiclayo,
visitada unos años antes de los que hablamos por Middendorf, es descrita por él
como una zona casi salvaje, dónde los habitantes andan descalzos, carecen de
muebles, usando las esteras para dormir y sentarse, consumiendo regularmente
chicha, tabaco y caña, curándose con hierbas medicinales. ¿Cómo se puede
caracterizar históricamente la cotidianidad de la mujer indígena en estas
circunstancias? Lo que Middendorf no alcanza a indicar (y es uno de los
primeros hechos que vamos a resaltar) es que la modernidad no se ha difundido a
gran escala en la zona y para la época en que estamos considerándola. Cerca de
la gran agroindustria, a sólo unos kilómetros, coexistía una agricultura de
pequeña propiedad, familiar, de los que poseían casas en Monsefú y Eten.
Middendorf deja leer entre líneas lo contrastable y divergente que es para él
la conformidad con su situación y la falta de necesidades, exceptuando las
cosas que ya han sido mencionadas (chicha, caña, tabaco, hierbas medicinales,
ropa sencilla de algodón), con su mentalidad de europeo que es más progresista
y volcada al futuro y a la realización material por el trabajo. Esa misma
pasividad que por todos lados encuentra, el afán jaranero, es el producto de un
cruce de sentimientos, pasiones, ideas, ideologías, que nosotros podríamos
calificar de producto del mestizaje, la colonia y la república. La provincia de
Chiclayo y Eten en particular muestran para la época una modernidad difusa, un
aferrarse a la tradición y a modos anteriores de hacer y pensar, que sin
embargo coexisten con la fuerza avasalladora del nuevo siglo XX.
La mujer, considerada desde el punto de vista
de la vida cotidiana, se nos revela como heterogénea. Ella es madre, esposa,
trabajadora, sujeto de dominio, es decir, desempeñando un rol sojuzgado,
precisamente en cuanto trabajadora, esposa e indígena, y el maltrato de que es
víctima llega hasta lo físico (por parte del marido), pero también es fiestera,
bailarina, enamoradora, conversadora, pasea por las calles, el campo, y además
es una devota. Así también podemos observar un orden de jerarquía presente en
la vida cotidiana de las mujeres que como sujetos de dominación están envueltas
y subordinadas a Dios, el esposo, el padre, si son niñas o solteras, la
familia, el patrón, etc. Otro hecho importante es que para esta época la
tensión sobre las habilidades y facultades de las mujeres era relativamente
menor que lo es para épocas más recientes. Quiere decir que para la mujer de
Eten era relativamente más sencillo en esos años, adquirir una maduración que
le permitiese desenvolverse cotidianamente en su sociedad.
Esto también significa que la mujer etenana, a
pesar de la heterogeneidad de sus roles, no alcanza un grado de individualidad
que lo convierta en sujeto de las libertades expresadas por la modernidad. Los
ideales de nación, república, democracia, cuando aún no se cumplían 100 años de
la independencia, eran ideales que no se habían difundido entre la población
indígena, postrada con muchas menos oportunidades para tentar otro estilo de
vida y otro status social. La única vía que tiene en este caso, para la época y
todavía en nuestros días, es la migración, el salir de la comunidad de origen.
Y es el carácter de población móvil, junto a las causas netamente económicas,
lo que hace de estos pueblos del norte, una comunidad siempre a punto de la
disgregación, receptora de una modernidad incipiente, y sumidos en el
estancamiento. Importante es además, la condición periférica de estos pueblos,
con relación a un polo de desarrollo como es la capital de la provincia,
Chiclayo, lugar al que se incorporan fuertes contingentes de los alrededores y
con quienes intercambian productos y realizan alianzas familiares por
matrimonio.
En esta situación, la espontaneidad, elemento
consustancial en la estructura de la vida cotidiana de los pueblos, se vería
seriamente limitada por la repetición de los aprendizajes y de los roles, en el
mundo cerrado de la comunidad. Pero vemos que no hay tal mundo. La migración,
el intercambio con los viajeros y visitantes, la moralidad, muy ligada al
adoctrinamiento de la religión católica, eleva la tensión entre lo particular y
lo específico, de la que resulta la espontaneidad. Para la época, se estarían
experimentando cambios que afectarían el modo de vida tradicional de las
mujeres de Eten, las que van perdiendo el antiguo idioma moche y hablan el
castellano, con todas las innovaciones y experimentos que ello trae consigo. La
mujer, encuentra más formas y estilos, modos de hacer y pensar, para ser
imitados, que van a ser importantes en un primer proceso de individuación que
vaya dejando de lado los roles tradicionales.
2) Indumentaria y peinados de las
mujeres.
Middendorf se detiene un poco en sus
Observaciones, en el aspecto del atuendo. Hasta en esto se nota como prima lo
específico sobre lo particular, la usanza tradicional, en desmedro de la moda,
como se puede ver hasta ahora, en algunas mujeres de la zona. Para la época, el
viajero alemán nos relata que las mujeres, jóvenes y adultas, se adornaban el
cabello con flores frescas y trenzas. Usaban vestidos de color azul o negro,
llamado capuz, el cual tiene una pretina en la cintura y es recogido en los
hombros, dejando los brazos descubiertos. Para las fiestas populares, como la
celebración del niño del milagro, descrita por Mejía Baca, usan las mujeres
acomodadas, mantas de seda, medallones de oro colgados del cuello, aretes
grandes, algunas con botas negras de charol, todo lo cual no significa que el
atuendo sea un dechado de pulcritud.
La importancia del atuendo en la mujer revela
criterios de uniformidad y conservadurismo en la comunidad. Las prendas de
vestir tenían poca relación con la moda imperante, belle epoque, y con el nuevo
rol de la mujer que se hallaba en las sociedades modernas en una posición cada
vez más independiente. Es necesario señalar que el engalanamiento del cabello
con flores, dan una nota de sensualidad que ayudaría a los flirteos, cosa muy
importante para mujeres que eran educadas en los valores de la maternidad y la
fecundidad, y para las cuales el matrimonio sería el fin a alcanzar para
realizarse como mujeres.
3) El trabajo de la mujer.
Muchas mujeres de Eten desempeñaban el oficio
de tejedoras de sombreros y cigarreras. Eran mujeres de todas las edades y su
materia prima era la palma de Macora y el junco de agua. Los sombreros podían
ser modas, grandes y chicos, finos o corrientes, de copa alta y falda corta,
cuadrados, cuatro treces, rayados, calagualles, guambritos, chilenos y
machitos. La mencionada variedad deja ver que las mujeres estaban
especializadas en muchos tipos de tejidos, tal y como lo testimonian Paredes y
León Barandiaran en A golpe de arpa (Paredes, Rómulo, p. 297, 1935)
Otro trabajo de la mujer era atender la casa.
Acarrear agua desde el río, lavar la ropa, prender el fogón de leña y preparar
los alimentos. La crianza de los niños se hacía simultáneamente a todas estas
labores, todo ello atestiguado por las fotografías de Enrique Brunning. Eten
poseía un mercado en el que comercializar sus productos, que iban desde la
chicha, los tejidos de paja, hasta los artículos de pan llevar. Todo ello
indica que las mujeres, esposas de pescadores y agricultores, generalmente,
eran parte fundamental de la economía del hogar y no solamente regaladas
compañeras sentimentales. Esto traería como consecuencia cierto grado de
expectativa de la mujer por superar su condición, así como un reforzamiento de
su independencia, esencial al asumir un rol productivo.
4) La religiosidad femenina.
La religiosidad en Eten está muy ligada a los
aspectos folklóricos y a la celebración de las fiestas. En A golpe de arpa, (o.
c. p. 297) se describe a las cholas que acuden a la procesión del niño del
milagro con sus hijos a cuestas, sostenidos por una manta tejida, igualmente a
las niñas con sus hermanitos en la espalda, dando una muestra de cómo los
pobladores se inician desde temprano en la devoción y el fervor. Paredes y León
Barandiaran nos dicen que las mujeres son más asiduas concurrentes a los
servicios y asistencias religiosas que los hombres, aún cuando su estado es de
gravidez. Todas ellas portan alhajas y adornos para la ocasión. Es necesario
decir, que la participación en las fiestas es un elemento del prestigio y la
competencia por aportar mejor a la realización de las tradiciones comunitarias.
El culto a los muertos y el luto, son también parte de los comportamientos
tradicionales de las mujeres de la comunidad. Cuando una mujer pierde a un ser
querido, lleva el cabello suelto en señal de dolor, llora junto a los parientes
y amigos rememorando los dichos y las genialidades del occiso ante el cadáver;
muestran su profundo dolor derramando lágrimas, sollozando, desvaneciéndose.
Cuando se llevan el cadáver, sin embargo, cambian de actitud y se tranquilizan.
Los aspectos sincréticos de la religiosidad
etenana para la época han sido poco o nada estudiados, pero la pervivencia de
la fiesta religiosa y los lutos, misas y rezos, nos dan una ligera impresión de
continuidad de los rituales propios de los ciclos agrarios y cosmogónicos de
los antiguos.
5) Rol de la mujer casada. Violencia
conyugal.
El principal rol que desempeña la mujer en la
época de la que hablamos es el de esposa y madre. Al parecer, es a partir del
rol de esposa, mujer casada, que se distribuyen sus otras tareas y la carga
laboral de hogares que muchas veces hacen las veces de pequeños centros
productivos. La mujer casada nos dicen en A golpe de arpa (Paredes y León
Barandiaran, pp. 297 y ss., 1935) cría muchos niños, carga el agua, acarrea
leña, arrea el piajeno cargado de pan llevar, pastorea las cabras, cocina,
lava, sirve, y muchas veces todo esto en estado de gravidez, sumando un hijo
más a sus múltiples cargas. Un detalle que muchas feministas verían ácidamente
hoy es que cuando el marido va por la calle montado en el burro, la mujer lo va
arreando a pie, mientras lleva las crías, una de la mano, otra a la espalda y una
en el vientre. Y es que estos detalles nos hablan de un machismo que se
desprende del mismo tipo de relación secular de género, establecido con el
advenimiento de las instituciones patriarcales. Algunas mujeres como es el caso
de las estériles, sufren abusos de parte de sus maridos, frente a los cuales
ella trabaja redobladamente en el hogar, prepara la chicha, labra la cera,
cocina, lava, cose la ropa, baila y se emborracha en las jaranas. Es decir la
violencia es respondida con un celo mayor por satisfacer al desafortunado
esposo que no tiene una mujer que lo bendiga con descendencia. Paredes y
Barandiaran dan a entender que la mujer necesita del marido a su lado para
sentirse segura de su posición. Es algo natural y por eso, se señala a
continuación que si el marido enferma o va preso, la mujer dará muchas muestras
de sufrimiento, buscándolo en el hospital o la cárcel. En realidad por hacer
una estampa, más que una crónica, Paredes y León Barandiaran hablan en genérico
y abstracto de una variedad que tampoco es bueno soslayar cuando se estudia la
vida cotidiana. Si hay un consumo exacerbado del alcohol y la chicha, dado el
nivel ético de los individuos que nos interesan, y tensiones familiares como
las que puede provocar un caso de esterilidad, o una esposa demasiado coqueta,
etc., el abuso de la mujer puede llegar a existir como una situación promedio.
De cierto modo los autores de A golpe de arpa nos hablan de que los matrimonios
comúnmente son el resultado de un embarazo por atentado o estupro (Paredes,
p.299, 1935). El matrimonio como se ve en muchos casos no es siquiera fruto del
amor sino una solución de compromiso. Esto nos habla de un pudor muy fuerte y
hasta de una moral reprimida en cuanto a la sexualidad. Para principios de
siglo, el tema era sensible en muchos ámbitos y podemos considerar que en la
cotidianidad de Eten, no había libertad y conocimiento, ni refinamiento alguno,
en los lances amorosos, primaba la ignorancia, las emociones rebuscadas, la
incomprensión y todo terminaba siendo encauzado por la senda del bien gracias a
la intervención del cura del pueblo, quien se encargaba de auscultar a las
mujeres que salían en cinta. La regla para entablar relaciones era entonces la
informalidad.
6) Desgracias y supersticiones de la
mujer.
La mayor desgracia de la mujer en Eten a
principios de siglo era enviudar. Esto significaba que la mujer debía ver desde
ese momento por la casa, los hijos y ya no tendría un hombre solidario en el
quehacer. El temor a las situaciones desgraciadas, y por lo tanto al futuro, el
cuál esta fuera de todo cálculo, constituyendo el reino del azar, hace que la
mujer se aferre a los rezagos de mentalidad mágica, en una zona donde la
modernidad comienza a manifestar sus ventajas. Una de las soluciones que aporta
la mentalidad mágica a la cotidianidad es la visión de un orden cerrado donde
no interviene el azar sino que todo se halla previamente anunciado o prescrito
por una voluntad superior que podemos atraer a nuestro favor. Si las mujeres
poseían íntegramente un sistema mágico de creencias, en convivencia sincrética
con el cristianismo, es algo que tampoco se ha investigado. Pero la
construcción del muelle y ferrocarril de Eten llevaría un soplo de modernidad y
cosmopolitismo, cuya fuerza fragmentaría el núcleo de las creencias
tradicionales. Paredes y León sólo alcanzan a mencionar que son comunes los
augurios y las creencias en almas de difuntos que vagan y apariciones. Por
supuesto, para toda la zona se registra la creencia en el daño, la buena
fortuna, el florecimiento, todo lo cual puede ser realizado por mecanismos
mágicos.
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