I
¿Por qué el tema de la dominación? Pensamos que
esta categoría no ha perdido vigencia en el análisis social y precisamente
ahora vivimos en una época de dominación sofisticada, hermética, globalizada.
Como tal es en nuestra época que la dominación se presenta con su propia
estructura, un entramado de relaciones asimétricas con menoscabo de una de las
partes, que llega a superar los ámbitos estrictamente territoriales y
nacionales. La economía por ejemplo, está dominada por un grupo de grandes trasnacionales
que concentran riqueza por encima de las decisiones de los estados. Se hace
objetivo el nivel de los controles sobre el individuo, la paz y la violencia
parecen estar programadas y se procura que todos queden expuestos a sus
estímulos. Ante la oleada de contraideología que redunda en presentar a la
libertad como la ideal libertad del comerciante, del vendedor, del empresario,
etc., y que quiere negar el cierre real para toda tentativa divergente,
dejándonos listos para abrazar el pensamiento único, se hace más urgente
manejar un nuevo concepto de libertad. Y por todo esto hemos buscado en la obra
de los críticos neomarxistas notas que nos ayuden a entender mejor qué es
dominación y qué es libertad. Concretamente buscamos en Herbert Marcuse, quién
a través de las páginas de El hombre unidimensional, ha dejado una visión
esperanzada y a la vez sombría de la sociedad moderna de masas, democrática,
pero no tanto, a veces dictatorial y otras blanda.
II
Para Marcuse la dominación es algo que subyace
a la misma lógica que organiza nuestras ideas y que fundamenta la ciencia, la
tecnología y por ende, toda la praxis moderna. Nos dice que la metafísica de
Aristóteles ya establecía la conexión entre conocimiento y control[1].
Si conocemos las causas que producen los efectos regularemos los efectos a
partir de la regulación de las causas. Esto de por sí genera todo un discurso
que valora el conocimiento aplicado; aún la mera ontología y metafísica, darán
luz sobre los aspectos éticos y morales de la sociedad, proponiendo y
promoviendo formas de vida más acordes con la razón. Y que queda decir ahora,
con el desarrollo de la psicología, se hace patente que el mejor conocimiento
del individuo puede ser útil para su instrumentación y manipulación, para su
ulterior sojuzgamiento. La dominación entraña desde el mismo discurso lógico
filosófico una apelación a las causas finales como verdades a las que hay que
prestar nuestro asentimiento. Así para los estoicos, ningún hombre será libre
del fatum y su aceptación voluntaria es un signo de sabiduría. Dominación
supone libertad en correspondencia dialéctica. Allí donde hay dominación, donde
los pueblos son subyugados por una forma de vida que no es la suya, rigiéndose
por leyes que ellos mismos no se han dado, clama una sola voluntad por ser
libres, por escapar a la opresión. Pero también donde un trabajador consume una
jornada de doce o catorce horas, realizando labores repetitivas y extenuantes,
en un ambiente inadecuado, sin un salario seguro a fin de mes, porque puede quedarse
en adeudo; también entonces hay dominación y por lo tanto, esperanzas de
libertad.
Desde Aristóteles pues, la lógica formal ha
sido un instrumento mental desarrollado para el control y el cálculo universal,
convirtiéndose en lógica de la dominación, y eso es manifiesto en los conceptos
de la ciencia que no son sino operadores de predicción y control; se da así el
primer paso en el largo camino de la epistemología y de la ciencia que en el
devenir generará los grandes sistemas bajo los cuales regimos nuestra vida y
que son casos de lógica aplicada, tales como el derecho y la cibernética.
Marcuse es enfático en señalar que la
dominación del hombre por el hombre es un hecho que vincula en su continuidad
histórica la razón pre-tecnológica con la razón tecnológica.[2]
La insistencia en caer una y otra vez en el círculo vicioso y destructivo de la
dominación hace cada vez más realizable un universo cerrado y totalitario; nada
más a la mano para esto que el código negativo de la racionalidad tecnológica.
Bajo su desarrollo se logra la armonía entre libertad y opresión. El amo es,
pero es sentido como algo lejano, incluso impersonal, para quienes ocupan
niveles altos de la jerarquía y aún así son sólo instrumentos de la dominación.
Nuestra actual dependencia no es simbolizable por cadenas. El amo de la
antigüedad ha sido reemplazado por las leyes económicas, los mercados, es decir
un orden objetivo de cosas que es susceptible de ser científicamente
administrable. La dominación que comenzó siendo la lógica estática de
Aristóteles, se convierte ahora en dominación tecnológica. Ella ampara en el
industrialismo avanzado la integración de las fuerzas sociales anteriormente
negativas y hostiles al sistema establecido y crea una nueva estructura. Ella
proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, cuantificable,
controlable y sólo a partir de allí pasa a organizar el trabajo técnico. Es
ésta organización la que deviene en opresiva y alienadora desde el punto de
vista marcusiano. La maquinaria del universo tecnológico es indiferente a los
fines políticos, es la forma universal de la producción material y como tal,
proyecta a nuestros ojos embelesados e ilusos un mundo, una cultura, una
totalidad histórica.[3]La
ciencia pura es la sustentadora de este proyecto tecnológico. Marcuse dice:
“El método científico
que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a
proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación
cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la
naturaleza.”[4]
Los conceptos de la ciencia son aplicados a la
sociedad asépticamente, sin pasar por el tamiz de la crítica, ellos mismos son
los normalizadores y disciplinadores de la práctica social en la medida en que
esta es una racionalidad de la producción, organización, explotación y control.
Las fuerzas irracionales de todo tipo quedan soterradas, incluidas como escape
sucedáneo de la realidad, permitidas como globos de ensayo mediáticos. Hoy por
hoy la dominación se difunde y se perpetua no sólo por medio de la tecnología
sino como tecnología. Ella racionaliza la falta de libertad, ésta no aparece
como irracional ni como política, sino como sumisión al aparato técnico que
aumenta el confort y la productividad. La racionalidad tecnológica es uno de
los domos protectores de la legitimidad de la dominación prestándose al
totalitarismo del control y la administración global. La cosificación de la que
el ser humano es víctima le impide ser consciente de los esquemas de
servidumbre, que cree aceptar libremente. Por último se establece un universo
de discurso y conducta del cual se excluyen la contradicción y la superación.
III
El juego político democrático permite la
promoción de poderes al margen de los grandes intereses de la clase dominante,
cuya esfera de acción cae fuera de lo previsto por el sistema. Los efectos
duraderos de una educación crítica y transformadora delinearán nuevas maneras
de la praxis individual y social que irán en contra de la dominación. La
libertad irreductible se encuentra en la imaginación, la fantasía, el deseo,
facultades mentales que están a la base de las operaciones de pensamiento. Cada
individuo es portador de un caudal innato que de por sí constituye una nueva
vía evolutiva. El libre pensamiento, el juego de estas facultades es lo que el
hombre realiza cuando se halla en la esfera del arte. Pensamos que una
educación y una cultura de la libertad son posibles a partir de la
contemplación y la crítica, de la imaginación y la fantasía transformando los
objetos tal y como ocurre con la obra de arte. Por lo tanto, la creación y la
recreación estéticas son pilares de la conducta del hombre libre, ya que el
hombre libre es aquel que ha trascendido el reino de la necesidad y del
trabajo. Este hombre puede liberar a otros. La función social del hombre
educado es una función primariamente política. Allí donde alguien se pone
espontáneamente al servicio de una causa supraindividual, o del estado, hay
alguien buscando una ocupación connatural a un ocio aburguesado. O hay, si cabe
la felicidad, alguien dispuesto a refundir la materia de sus pasiones en una
obra magnífica de música, poesía o pintura. Las artes pueden configurar un
mundo más alegre, más dichoso. Más cuando se les obliga al no despilfarro de
recursos, entonces surge la sencillez, la austeridad, de la misma fuente de la
belleza. Lo que pasa es que la educación aun no ha cumplido con la misión de
socializar el arte.
¿Que se necesita para constituir el arte como
la base de una educación y una cultura de la libertad? Hay que fomentar una
conciencia entre los profesores, por lo menos de los que son progresistas y
sensibles para cambiar la base misma de la escolaridad; no podemos seguir
cayendo en el error de que la educación es algo que debe inducirse. El conocimiento
es una necesidad evolutiva y el individuo tarde o temprano necesitará hacerse
con una visión del mundo. Los maestros no pueden estar allí a la hora que el
niño se hace hombre y se pregunta por su destino, si no han estado antes, vale
decir desde el principio. Entonces son las grandes obras de la humanidad, sus
realizaciones imperecederas, tanto en el arte como en la ciencia y el
pensamiento, las que deben presidir la educación del hombre, en el nivel
espontáneo o sistemático de la escuela, pero de una escuela democrática que
motive y valore la construcción vital y autoafirmativa de cada uno de los
individuos involucrados.
Un ejemplo de arte que debe ir a las grandes
mayorías es el de la poesía. La palabra es el vehículo natural de nuestra
expresión y es de un potencial liberador que sólo puede verse cuando un
individuo realiza en sí mismo la posesión de un lenguaje cabal con el que
transmitir los contenidos del mundo. Con ese lenguaje los poetas hacen belleza
y no solamente belleza, hacen historia, de los encumbrados y de los humildes,
de los famosos y de los anónimos, de las ideas sublimes y sus laberintos
dialécticos. Los talleres de poesía deberán ser ocupación tanto de profesores
como de artistas libertarios. Gratuitos, en los colegios, en los clubes, en las
vacacionales, entre los deportistas, entre los presos y los militares; se
deberán hacer juegos florales por lo menos en cada localidad que cuente con
alguna institución educativa. Se deberá promover una industria editorial de
consumo masivo, de bajo costo, pero de gran calidad, la cual deberá pasar si no
encuentra apoyos oficiales por la autogestión. Lo que se quiere es elevar el
gusto del pueblo mayoritario, sobre todo los de nuestra América, quienes se
verán espiritualmente elevados, adquirirán conciencia e identidad y
reflexionarán sobre aquello que es pertinente para construir una cultura de la
libertad, que frente a lo que el hombre puede hacer con sus manos todavía, con
su imaginación, etc., debe desobedecer activamente al confort blando y simplificador
de la tecnología que nos abruma con su configuración vanguardista y a la vez
desechable.
IV
Llegamos al final de nuestro discurrir en torno
a El hombre unidimensional con algunas conclusiones que deben llevarnos a una
seria reflexión.
En primer lugar la dominación es un hecho o
fenómeno que tiene una dimensión mental, ideológica, que afecta la conciencia
histórica de los hombres, por lo menos de aquellos preocupados por el destino
de la humanidad y su conducción.
Que la dominación como lo ha manifestado
Salazar Bondy, genera una cultura con ideales educativos y científicos que
defienden y fundamentan el sistema.
Que la dominación es en principio dominación de
la naturaleza, como quería Francis Bacon, pero que a través de esta dominación,
el hombre se domina a sí mismo en tanto naturaleza y domina a los otros
hombres. La ciencia como tal es una gran empresa de dominación que trata de
manipular, conocer y aplicar todas las esferas de la vida.
Esto hará que la dominación sea forzosamente
tecnológica.
El individuo deberá buscar sus posibilidades de
libertad precisamente en un discurso que rompa las vías por las que nos lleva
la cultura de la dominación predominantemente científica y tecnológica. Ello
implica volver a las fuentes de nuestra imaginación, a la libertad interior,
donde deberá obrarse la transformación del homo faber tecnológico, explotador,
depredador, en un hombre social y ecológico.
BIBLIOGRAFÍA
-
MARCUSE,
Herbert. El hombre unidimensional, ED. Planeta, Barcelona, 1985, 286 pp.
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