sábado, 21 de julio de 2012

DOMINACIÓN Y LIBERTAD EN EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL DE HERBERT MARCUSE. POR UNA CULTURA LIBERTARIA PARA LA JUVENTUD


I

¿Por qué el tema de la dominación? Pensamos que esta categoría no ha perdido vigencia en el análisis social y precisamente ahora vivimos en una época de dominación sofisticada, hermética, globalizada. Como tal es en nuestra época que la dominación se presenta con su propia estructura, un entramado de relaciones asimétricas con menoscabo de una de las partes, que llega a superar los ámbitos estrictamente territoriales y nacionales. La economía por ejemplo, está dominada por un grupo de grandes trasnacionales que concentran riqueza por encima de las decisiones de los estados. Se hace objetivo el nivel de los controles sobre el individuo, la paz y la violencia parecen estar programadas y se procura que todos queden expuestos a sus estímulos. Ante la oleada de contraideología que redunda en presentar a la libertad como la ideal libertad del comerciante, del vendedor, del empresario, etc., y que quiere negar el cierre real para toda tentativa divergente, dejándonos listos para abrazar el pensamiento único, se hace más urgente manejar un nuevo concepto de libertad. Y por todo esto hemos buscado en la obra de los críticos neomarxistas notas que nos ayuden a entender mejor qué es dominación y qué es libertad. Concretamente buscamos en Herbert Marcuse, quién a través de las páginas de El hombre unidimensional, ha dejado una visión esperanzada y a la vez sombría de la sociedad moderna de masas, democrática, pero no tanto, a veces dictatorial y otras blanda.


II


Para Marcuse la dominación es algo que subyace a la misma lógica que organiza nuestras ideas y que fundamenta la ciencia, la tecnología y por ende, toda la praxis moderna. Nos dice que la metafísica de Aristóteles ya establecía la conexión entre conocimiento y control[1]. Si conocemos las causas que producen los efectos regularemos los efectos a partir de la regulación de las causas. Esto de por sí genera todo un discurso que valora el conocimiento aplicado; aún la mera ontología y metafísica, darán luz sobre los aspectos éticos y morales de la sociedad, proponiendo y promoviendo formas de vida más acordes con la razón. Y que queda decir ahora, con el desarrollo de la psicología, se hace patente que el mejor conocimiento del individuo puede ser útil para su instrumentación y manipulación, para su ulterior sojuzgamiento. La dominación entraña desde el mismo discurso lógico filosófico una apelación a las causas finales como verdades a las que hay que prestar nuestro asentimiento. Así para los estoicos, ningún hombre será libre del fatum y su aceptación voluntaria es un signo de sabiduría. Dominación supone libertad en correspondencia dialéctica. Allí donde hay dominación, donde los pueblos son subyugados por una forma de vida que no es la suya, rigiéndose por leyes que ellos mismos no se han dado, clama una sola voluntad por ser libres, por escapar a la opresión. Pero también donde un trabajador consume una jornada de doce o catorce horas, realizando labores repetitivas y extenuantes, en un ambiente inadecuado, sin un salario seguro a fin de mes, porque puede quedarse en adeudo; también entonces hay dominación y por lo tanto, esperanzas de libertad.
Desde Aristóteles pues, la lógica formal ha sido un instrumento mental desarrollado para el control y el cálculo universal, convirtiéndose en lógica de la dominación, y eso es manifiesto en los conceptos de la ciencia que no son sino operadores de predicción y control; se da así el primer paso en el largo camino de la epistemología y de la ciencia que en el devenir generará los grandes sistemas bajo los cuales regimos nuestra vida y que son casos de lógica aplicada, tales como el derecho y la cibernética.
Marcuse es enfático en señalar que la dominación del hombre por el hombre es un hecho que vincula en su continuidad histórica la razón pre-tecnológica con la razón tecnológica.[2] La insistencia en caer una y otra vez en el círculo vicioso y destructivo de la dominación hace cada vez más realizable un universo cerrado y totalitario; nada más a la mano para esto que el código negativo de la racionalidad tecnológica. Bajo su desarrollo se logra la armonía entre libertad y opresión. El amo es, pero es sentido como algo lejano, incluso impersonal, para quienes ocupan niveles altos de la jerarquía y aún así son sólo instrumentos de la dominación. Nuestra actual dependencia no es simbolizable por cadenas. El amo de la antigüedad ha sido reemplazado por las leyes económicas, los mercados, es decir un orden objetivo de cosas que es susceptible de ser científicamente administrable. La dominación que comenzó siendo la lógica estática de Aristóteles, se convierte ahora en dominación tecnológica. Ella ampara en el industrialismo avanzado la integración de las fuerzas sociales anteriormente negativas y hostiles al sistema establecido y crea una nueva estructura. Ella proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, cuantificable, controlable y sólo a partir de allí pasa a organizar el trabajo técnico. Es ésta organización la que deviene en opresiva y alienadora desde el punto de vista marcusiano. La maquinaria del universo tecnológico es indiferente a los fines políticos, es la forma universal de la producción material y como tal, proyecta a nuestros ojos embelesados e ilusos un mundo, una cultura, una totalidad histórica.[3]La ciencia pura es la sustentadora de este proyecto tecnológico. Marcuse dice:

“El método científico que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la naturaleza.”[4]

Los conceptos de la ciencia son aplicados a la sociedad asépticamente, sin pasar por el tamiz de la crítica, ellos mismos son los normalizadores y disciplinadores de la práctica social en la medida en que esta es una racionalidad de la producción, organización, explotación y control. Las fuerzas irracionales de todo tipo quedan soterradas, incluidas como escape sucedáneo de la realidad, permitidas como globos de ensayo mediáticos. Hoy por hoy la dominación se difunde y se perpetua no sólo por medio de la tecnología sino como tecnología. Ella racionaliza la falta de libertad, ésta no aparece como irracional ni como política, sino como sumisión al aparato técnico que aumenta el confort y la productividad. La racionalidad tecnológica es uno de los domos protectores de la legitimidad de la dominación prestándose al totalitarismo del control y la administración global. La cosificación de la que el ser humano es víctima le impide ser consciente de los esquemas de servidumbre, que cree aceptar libremente. Por último se establece un universo de discurso y conducta del cual se excluyen la contradicción y la superación.



III

El juego político democrático permite la promoción de poderes al margen de los grandes intereses de la clase dominante, cuya esfera de acción cae fuera de lo previsto por el sistema. Los efectos duraderos de una educación crítica y transformadora delinearán nuevas maneras de la praxis individual y social que irán en contra de la dominación. La libertad irreductible se encuentra en la imaginación, la fantasía, el deseo, facultades mentales que están a la base de las operaciones de pensamiento. Cada individuo es portador de un caudal innato que de por sí constituye una nueva vía evolutiva. El libre pensamiento, el juego de estas facultades es lo que el hombre realiza cuando se halla en la esfera del arte. Pensamos que una educación y una cultura de la libertad son posibles a partir de la contemplación y la crítica, de la imaginación y la fantasía transformando los objetos tal y como ocurre con la obra de arte. Por lo tanto, la creación y la recreación estéticas son pilares de la conducta del hombre libre, ya que el hombre libre es aquel que ha trascendido el reino de la necesidad y del trabajo. Este hombre puede liberar a otros. La función social del hombre educado es una función primariamente política. Allí donde alguien se pone espontáneamente al servicio de una causa supraindividual, o del estado, hay alguien buscando una ocupación connatural a un ocio aburguesado. O hay, si cabe la felicidad, alguien dispuesto a refundir la materia de sus pasiones en una obra magnífica de música, poesía o pintura. Las artes pueden configurar un mundo más alegre, más dichoso. Más cuando se les obliga al no despilfarro de recursos, entonces surge la sencillez, la austeridad, de la misma fuente de la belleza. Lo que pasa es que la educación aun no ha cumplido con la misión de socializar el arte.
¿Que se necesita para constituir el arte como la base de una educación y una cultura de la libertad? Hay que fomentar una conciencia entre los profesores, por lo menos de los que son progresistas y sensibles para cambiar la base misma de la escolaridad; no podemos seguir cayendo en el error de que la educación es algo que debe inducirse. El conocimiento es una necesidad evolutiva y el individuo tarde o temprano necesitará hacerse con una visión del mundo. Los maestros no pueden estar allí a la hora que el niño se hace hombre y se pregunta por su destino, si no han estado antes, vale decir desde el principio. Entonces son las grandes obras de la humanidad, sus realizaciones imperecederas, tanto en el arte como en la ciencia y el pensamiento, las que deben presidir la educación del hombre, en el nivel espontáneo o sistemático de la escuela, pero de una escuela democrática que motive y valore la construcción vital y autoafirmativa de cada uno de los individuos involucrados.
Un ejemplo de arte que debe ir a las grandes mayorías es el de la poesía. La palabra es el vehículo natural de nuestra expresión y es de un potencial liberador que sólo puede verse cuando un individuo realiza en sí mismo la posesión de un lenguaje cabal con el que transmitir los contenidos del mundo. Con ese lenguaje los poetas hacen belleza y no solamente belleza, hacen historia, de los encumbrados y de los humildes, de los famosos y de los anónimos, de las ideas sublimes y sus laberintos dialécticos. Los talleres de poesía deberán ser ocupación tanto de profesores como de artistas libertarios. Gratuitos, en los colegios, en los clubes, en las vacacionales, entre los deportistas, entre los presos y los militares; se deberán hacer juegos florales por lo menos en cada localidad que cuente con alguna institución educativa. Se deberá promover una industria editorial de consumo masivo, de bajo costo, pero de gran calidad, la cual deberá pasar si no encuentra apoyos oficiales por la autogestión. Lo que se quiere es elevar el gusto del pueblo mayoritario, sobre todo los de nuestra América, quienes se verán espiritualmente elevados, adquirirán conciencia e identidad y reflexionarán sobre aquello que es pertinente para construir una cultura de la libertad, que frente a lo que el hombre puede hacer con sus manos todavía, con su imaginación, etc., debe desobedecer activamente al confort blando y simplificador de la tecnología que nos abruma con su configuración vanguardista y a la vez desechable.


IV
Llegamos al final de nuestro discurrir en torno a El hombre unidimensional con algunas conclusiones que deben llevarnos a una seria reflexión.
En primer lugar la dominación es un hecho o fenómeno que tiene una dimensión mental, ideológica, que afecta la conciencia histórica de los hombres, por lo menos de aquellos preocupados por el destino de la humanidad y su conducción.
Que la dominación como lo ha manifestado Salazar Bondy, genera una cultura con ideales educativos y científicos que defienden y fundamentan el sistema.
Que la dominación es en principio dominación de la naturaleza, como quería Francis Bacon, pero que a través de esta dominación, el hombre se domina a sí mismo en tanto naturaleza y domina a los otros hombres. La ciencia como tal es una gran empresa de dominación que trata de manipular, conocer y aplicar todas las esferas de la vida.
Esto hará que la dominación sea forzosamente tecnológica.
El individuo deberá buscar sus posibilidades de libertad precisamente en un discurso que rompa las vías por las que nos lleva la cultura de la dominación predominantemente científica y tecnológica. Ello implica volver a las fuentes de nuestra imaginación, a la libertad interior, donde deberá obrarse la transformación del homo faber tecnológico, explotador, depredador, en un hombre social y ecológico.



BIBLIOGRAFÍA

-          MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional, ED. Planeta, Barcelona, 1985, 286 pp.



















[1] MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional, p. 165
[2] ibid., p. 171
[3] ibid., p. 181
[4] o. c., pp. 185 y ss.

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