martes, 17 de julio de 2012


FILOSOFÍA Y ARTE EN EL PENSAMIENTO DE FRIEDRICH NIETZSCHE

Por: Fernando Odiaga



Comencemos con algunos datos biográficos: Nietzsche nace el 15 de octubre de 1844 en Röcken, una localidad perteneciente a la región de Turingia en Sajonia que fue anexionada a Prusia en 1815. En 1849 pierde a su padre y al año siguiente a su hermano menor. Desde 1850 asiste a la escuela en la ciudad de Naumburg a donde se había mudado con su madre, su hermana y su abuela. Es la época en que se aficiona a la música y a componer melodías y poemas, inspirados en los clásicos de la literatura alemana. En 1864 se inscribe como estudiante de teología en Bonn para no defraudar a su madre que soñaba verlo convertido en pastor como lo fueron su padre y su abuelo. Asiste a la cátedra de filología de Ritschl. En 1866 comienza a publicar sus primeros trabajos de filología apoyado por su maestro Ritschl. En 1867 comienza a hacer el servicio militar en Berlín. En 1869 se convierte en catedrático de lengua y literatura griega en Basilea sin ser siquiera doctor, siempre bajo el apoyo de Ritschl. El año anterior había conocido a Richard Wagner cuya música lo fascina e inicia con él una relación que marcaría su vida. Finalmente se logra doctorar en la universidad de Leipzig el año 1869 sin examen ni tesis. Abandona la ciudadanía prusiana convirtiéndose en un apátrida. En 1872 pierde su puesto en Basilea por las críticas recibidas al Origen de la tragedia de parte del filólogo Ulrich von Wilamowitz. En 1876 rompe su relación con Wagner; su salud empeora luego de haber venido debilitándose. Viaja por Italia. En 1879 pide su jubilación por estar gravemente enfermo y abandona definitivamente la docencia. En 1889 comienza su locura y se le interna en un hospital psiquiátrico; el diagnostico es parálisis progresiva. Es cuidado por su madre que muere en 1897 quedando entonces Nietzsche al cuidado de su hermana Elizabeth. Por último fallece el 25 de agosto de 1900.
Sus principales obras son: El nacimiento de la tragedia; Consideraciones intempestivas; Así hablaba Zarathustra; Más allá del bien y del mal; El anticristo; La genealogía de la moral; Ecce homo; Crepúsculo de los ídolos.
Nietzsche es un pensador único y profundo, el más sorprendente de los que ha dado el siglo XIX. Para comprender su filosofía es necesario habérselas con algunos conceptos básicos como “el eterno retorno”, “la transvaloración de todos los valores”, “la voluntad de poder” y también el concepto de “nihilismo” y “superhombre”.
Nietzsche afirmaba que el verdadero filósofo no podía ser el sabio, que anclado en la historia “jamás vera los objetos por primera vez”. Este mirar los objetos en su desnuda originalidad requiere, filosóficamente hablando, de la abstención o reducción fenomenológica enunciada genialmente por Husserl algún tiempo después deseando conectar el pensamiento con la esencia de las cosas.
Pero debemos afirmar antes de cualquier consideración que la doctrina que expuso Nietzsche en sus años de mayor trabajo intelectual tiene, al decir de Georges Bataille, una ausencia de metas claras y definidas; Bataille percibe en Nietzsche una insumisión a cualquier designio práctico y ante su carencia de propuesta o programa sea este político o intelectual, considera que la obra de Nietzsche es un aborto indefendible y su vida es una vida fallida. En nuestro parecer diremos con Nietzsche que: “para obrar es preciso hallarse envuelto en el velo de la ilusión” y por lo tanto toda obra y toda acción, toda praxis es una banalidad fruto de un encantamiento, de un hechizo, de un engaño.
Sin embargo la obra de Nietzsche es una obra polémica no en lo que tiene de constructivo, si es que lo tiene, sino en lo que tiene de destructivo, es en realidad una provocación para los espíritus libres, desprejuiciados, para aquellos que están hartos de la fría razón y de las reglas de la lógica. Nietzsche escribe para los “audaces indagadores” para los que alguna vez se han “lanzado con astutas velas a mares terribles”, aquellos que viven ebrios de enigmas…”y que ahí donde pueden adivinar, odian el deducir”
La obra de Nietzsche puede leerse en dos planos: la moral y el arte.
En el plano de la moral nuestro filósofo se levanta armado solo con lo que el llama su instinto defensor de la vida para oponer una nueva visión de la vida a la moral imperante, visión que tiene en sí misma una valoración puramente artística de la vida que es a la vez anticristiana y que él denomina con el nombre de un dios griego, “dionisíaca”. Así pues la crítica destructiva que realiza Nietzsche a la moral tiene raíces en la revaloración del arte, sobre todo griego, tal y como se manifiesta en su obra El nacimiento de la tragedia. Nietzsche descubrió en Grecia una cultura que fue rica y fecunda precisamente por ser un tipo de cultura antihistórica. El eterno retorno y no el tiempo lineal de la historia y el progreso, ese era uno de los dilemas Nietzscheanos. El subtitulo de El origen de la tragedia era Helenismo y pesimismo.
En la época de Nietzsche era muy difundido estudiar solo el aspecto plástico del arte griego, el apolíneo, el sello de la deidad en la forma de la obra, arte de ponderación, medida, conocimiento, dominio de si, que conlleva la contemplación impasible y serena ante el dolor. A lo apolíneo se opone lo dionisiaco donde el éxtasis de la embriaguez, es el conocimiento de la unidad de la voluntad, esencia del mundo.
En sus cuestionamientos Nietzsche llega a una concepción muy precisa sobre el arte cuando dice en El nacimiento de la tragedia, 24 que: “…el arte no es sólo una imitación de la realidad natural, sino un suplemento metafísico de la misma, colocado junto a ella para superarla” Entendido así el arte es imitación, suplemento y superación de la realidad. El arte es una búsqueda entonces de la verdad profunda de las cosas, una verdad que es la llave de la historia de la producción, de la creación del hombre como creador de realidad, de valores, de vida. Sería la actividad propia del superhombre que deseaba Nietzsche. Para él: “no la moral sino el arte es la actividad propiamente metafísica del hombre” y “la existencia del mundo esta justificada sólo como fenómeno estético”. También afirma que: “El artista es un dios que creando mundos se desembaraza de la plenitud y sobreplenitud del sufrimiento”. Poniendo por ejemplo la poesía, el filósofo pretende que ésta sea la “no aderezada expresión de la verdad” para lo cual tiene que desnudar primero la mentira sobre la que se fundamenta el orden, la  realidad de nuestra civilización. Para Nietzsche se debe ver la ciencia “con la óptica del artista, y el arte con la de la vida”. Para esto se debe tener una inspiración superior, ya que Nietzsche creía en la inspiración que era para él revelación y que acontece cuando de repente: “con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo. Algo que lo conmueve y trastorna a uno en lo más hondo…”; dicho de otro modo el poeta debe: “cabalgar sobre todos los símbolos hacia todas las verdades”.
La poesía y el arte son un placer superior y los griegos patentaron este placer en la tragedia. Ella consiste en el conocimiento básico de la unidad de todo lo existente y la consideración de la individuación como razón original del mal, entendiendo esta individuación también en analogía a la separatividad de la que habla Erich Fromm en El arte de amar. La poesía y la estética constituyen la esperanza de que pueda restablecerse la unidad que la separación del todo original en individuos ha roto.
Es por eso que en un momento de su historia los griegos manifestaron un anhelo de belleza, de fiestas, de diversiones, de nuevos cultos por que sentían dolor y melancolía de Ser, y la tragedia es el reverso de la moneda, el anhelo de lo feo, del pesimismo, la imagen de las cosas terribles, enigmáticas, aniquiladoras que también existen en lo profundo del Ser. Nietzsche dice que: “en los dioses olímpicos nada recuerda la ascética, la espiritualidad y el deber: aquí nos habla tan sólo una existencia exuberante, más aún triunfal, en la que está divinizado todo lo existente, lo mismo si es bueno que si es malo.” (El origen de la tragedia, 3)
Y aquí llegamos al punto en que moral y arte se enlazan de nuevo por que vemos que a través del arte griego se nos muestra ese orden superior de los valores que dicen sí a la vida, los valores nobles, los que garantizan el futuro y que son contrapuestos a los que Nietzsche llama valores de decadencia, los valores morales de los que renuncian a la vida y a sí mismos por lo tanto, los de aquellos que tienen una intención oculta de vengarse de la vida, identificados ellos con las religiones ascéticas en general y con el cristianismo en el caso particular de occidente.
Una cultura necesita de valores para transmitirse a la vez que para tener una unidad de creencias, y los valores de la cultura moderna, que era el centro de atención de Nietzsche, eran para él síntoma de decadencia (dichos valores eran el cristianismo, el pesimismo, la ciencia, el racionalismo, la moral del deber, la democracia, el socialismo).
Así, la civilización desastrosa que se vive es el fruto de la buena moralidad, que no es otra cosa que debilidad y afeminamiento. Los golpes irán dirigidos en la obra posterior de Nietzsche contra los ascetas, los cuales son los avatares de la ciencia y la moral, que desprecian todo aquello que es sano, poderoso, rudo, salvaje, desenfrenado, el asceta es un ser delicado que desprecia con mas facilidad que lo que odia, y antes que la violencia elige la astucia, esto, aunque Torquemada demostrara que ulteriormente la astucia se torna la violencia misma.
Lo que ha hecho Nietzsche con la filosofía y la poesía es volar más allá de la expresión puramente estética o racional, metafísica, ha tensado hasta el extremo el lenguaje, el idioma en busca de la verdad.        

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