martes, 3 de julio de 2012

MORAL O LIBERTAD: LOS LÍMITES DE LA EBRIEDAD TOXICOLÓGICA


La historia nos demuestra que la ebriedad toxicológica es un problema más bien reciente que data de fines del siglo XIX o quizás un poco más. La ebriedad en las diversas sociedades solía manifestarse en dos contextos: la fiesta, profana o sacra y la automedicación con fines de procurarse una cura a la enfermedad.
Pero desde comienzos del siglo XX se desató una cruzada contra  las drogas que acompaña a un programa represivo destinado a intervenir desde el poder en el tiempo libre y la intimidad. En la actualidad elegir consumir una droga es una enfermedad o un delito cuando no ambas cosas. En sus orígenes la cruzada contra las drogas tiene un carácter religioso antisecular. Los clérigos veían en las drogas al demonio de la perversión unidos al desarrollo de la medicina que comenzaba a oficializarse depurando a los que la ejercían libremente y a los que se automedicaban. La reacción puritana no se hizo esperar en su batalla contra la emancipación sexual y se igualo droga con perversión sexual.
El estado contemporáneo se unió a la cruzada invocando el progreso científico. Más en realidad era el problema del poder lo que estaba en juego: poder de controlar el ánimo del individuo, sus emociones, el núcleo de su libertad. Coercionar el intelecto subjetivo parece ser la finalidad de la intervención del estado en materia de drogas y farmacología, dividir a los hombres en una masa de imbéciles y una de hipócritas.
La realidad es que la cruzada, como otras tantas veces en la historia, ha provocado solamente una exacerbación del problema parece ser que su éxito verdadero estriba en prolongar y agrandar la calamidad.
La historia esta llena de datos del como ha influido en la producción y consumo de drogas el hecho de ser prohibidas o legales o de ser ajenas a estos estatutos.
La base para esta intervención del poder en la libertad es que determinadas sustancias producen embrutecimiento moral o intelectual. En realidad el adicto es un sujeto insatisfecho con el tipo de existencia impuesto como realidad y salud, unos pretenden huir de esa existencia por ser real, otros  por que la consideran irreal. Los primeros son minoritarios y no se les puede considerar disidentes por que periódicamente acuden a recibir rehabilitación y se identifican con la ideología de la cruzada. Son los adictos culposos.
Muchas serían las ventajas de derogar la prohibición: los policías abandonarían el chantaje; los hampones se arruinarían; los delatores profesionales dejarían de ser instrumento de la justicia y a la vez que cómplices de los verdaderos mafiosos; muchas personas dejarían de morir física y civilmente cada día; cesarían las sobredosis accidentales, etc. Disminuiría la criminalidad callejera y se podría brindar un cuidado racional a ese porcentaje de personas que siempre serán adictos a una u otra sustancia y que hoy son acosados por la ley y explotados por la ilegalidad. En realidad la alternativa no es un mundo sin drogas sino un mundo donde se usen racionalmente dichas sustancias. Es deseable quizás sentar las bases de una cultura de elaboración y consumo de las drogas que hoy están bajo las tinieblas de la represión.
El poder sin embargo potencia cada vez más el consumo de drogas legales a título de que son parte de su política de salud. En 1985 se calculaba que 600 millones de personas usaban diariamente valium y otras benzodiacepinas. Ese año los delegados norteamericanos propusieron que se ampliara la venta libre de esos fármacos sin receta médica. ¿Interés mercantil oculto?
La represión de la droga es tan lucrativa como su producción por parte del crimen organizado. Los intereses en juego son muy grandes, pero se pierde de vista la verdadera raíz del asunto que subyace a la naturaleza represiva del sistema que trata de normalizar al hombre y convertirlo en un instrumento sin libertad fácil de embrutecer con el ansia de dinero y una felicidad programada que se basa en un consumismo que no es inocuo.
Por último la prohibición se concierta con una política imperialista y neocolonialista que asola con su intervencionismo a los países productores de materias primas para fabricar sustancias químicas capaces de alterar la mente.
En las cacerías de brujas del siglo XVI a XVII so pretexto de quemar a los servidores de Satanás se perseguía a personas que trataban con ungüentos y plantas medicinales capaces de modificar el estado de ánimo. La cacería de brujas tuvo que cesar y así se salvo el acervo herbolario y la medicina tradicional. Las brujas dejaron de asolar los campos europeos.
En realidad estamos ante un problema ideológico donde por un lado están los que se benefician y mantienen el poder sin importar el costo y los que luchan por los márgenes de libertad de conciencia
y crítica que a los primeros no agrada.











BIBLIOGRAFIA


ESCOHOTADO, Antonio. Historia de las drogas. Madrid, Alianza editorial, 1989

GINSBERG, Morris. Ensayos de sociología y filosofía social. Madrid, Aguilar, 1961




domingo, 1 de julio de 2012

CULTURA, INTERCULTURALIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE

CULTURA, INTERCULTURALIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE
POR: Fernando Odiaga Gonzales, docente y escritor
Muchas veces hemos insistido en que una visión amplia por parte de nuestros gobernantes del desarrollo cultural, es consustancial al trabajo por un desarrollo económico sostenible. Ello es así porque en este mundo globalizado con su sociedad del conocimiento, uno de los requisitos básicos para la competitividad y el desarrollo económico es la innovación tecnológica y la creación de valor agregado; lo es también porque la cultura, en sí misma, es una dimensión de creación y libertad en la que el ser humano se hace así mismo mejor ciudadano, una persona más informada y capaz de aportar participativamente en la construcción de una sociedad democrática genuina. Pero también es necesario entender que la cultura además de ser un objetivo y un fin del desarrollo humano y social, es un campo económico de gran potencial y muchos son los países desarrollados, y de desarrollo intermedio que están apostando por sus industrias culturales, como alternativas para el incremento del PBI (En el caso de los Estados Unidos, dichas industrias, aportan alrededor del 8.2% del mismo).
Sin embargo también es cierto que algunas características propias de las culturas, tradicionales y mestizas de nuestra América, representan un freno para el desarrollo económico sostenible en democracia. Como bien lo demostró Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, fueron ciertos rasgos de los valores y la cultura de los grupos puritanos que colonizaron Norteamérica y que vivieron en Europa, los que hicieron posible el auge del sistema económico moderno, basado en la industrialización y la acumulación de riquezas.
La diferencia del Perú con aquellas naciones es muy patente dentro de la lógica por la que no se ha desarrollado el país de una manera moderna. Es que no se debe apuntar a un desarrollo homogéneo preocupándose de la extracción y procesamiento de materias primas y la consolidación de los mercados y del poder financiero. Se tiene que tomar en cuenta la variable de la cultura y su rol en el desarrollo social y humano, pues no solamente se trata de distribuir riqueza, sino también de promover la práctica de unos valores y de distribuir reconocimiento. Esto último es importante, porque el ser humano no solamente espera una inclusión social que le permita insertarse en un mundo laboral, tener acceso a oportunidades. La integridad de estas oportunidades encierra para ellos, el anhelo de desarrollarse como persona y de alcanzar el reconocimiento, la admiración, el aprecio de sus semejantes.
Solamente es posible este óptimo crecimiento social y económico si se toma de una vez el problema de la cultura como un todo, capaz de ser gestionado desde el mundo de lo político. En este país hay un problema de multiculturalidad que no debe ser pasado por alto en las políticas de inclusión social. Hay un problema de comunicación entre culturas y una apuesta del estado por el dialogo intercultural. Las diferentes culturas deben ser integradas en el marco de un esquema nacional de desarrollo sostenible que preserve el derecho a las culturas diferentes de perpetuar sus prácticas y valores, así como de educar un pueblo, con sólidos conocimientos de su identidad diversa, de sus ancestros, de su historia y con un proyecto de futuro que sea verdaderamente colectivo, que sea fruto de una decisión democrática de integración de los diferentes pueblos y que sea un proceso de educación en el que se deben desterrar falsas creencias y cultivar la tolerancia a las opiniones ajenas y a los modos de vida diferentes, así como la solidaridad y la participación, el dialogo, etc. 
La primera tarea pasa por apoyar a nuestras alicaídas industrias culturales. Debe de contarse con estadísticas de la participación real que tienen estas industrias en la economía, así como deben generarse proyectos sobre la promoción de las mismas. Se debe saber cuánto es lo que aportan realmente a nuestro PBI, y cuánto es lo que se hace a la sombra de la informalidad y sin pasar por la mediación de las instituciones públicas y privadas.
Es interesante si se promueve también una crítica más académica sobre nuestros productos culturales, para reorientarlos hacia una actividad más artística y humana, tanto en la música, el teatro, la danza, la literatura, el cine y la televisión; esta última, que es la que más vende, debe reflexionar sobre su rol cultural formativo, y equilibrar aquella concepción de industria de entretenimiento que muchas veces presenta motivos y escenas poco edificantes y contenidos a veces perniciosos.
También sería necesario para la formalización de las industrias culturales, entre otras cosas más concretas, abaratar los derechos de autor y gestionar legalmente las pequeñas y medianas empresas culturales, PYMEs que facilitarán se produzca un mayor apoyo a las editoriales, elencos, productoras, etc., que apuesten por crecer creativamente en un país donde hasta ahora la cultura ha sido tratada como la entenada.
Por último es lamentable en este contexto en el que hablamos de desarrollo cultural y de cultura que se hayan recortado los presupuestos a los proyectos arqueológicos y los museos, mientras que se lanza desde el ministerio de cultura un proyecto de desarrollo cultural para Cajamarca. Nos preguntamos, ¿a dónde está la coherencia del gobierno? Acaso la cultura sea vista ahora como un carro de bomberos por un lado y un lujo excesivo por otro. De todos modos este gobierno y los que vengan tienen que ponerse a trabajar en este aspecto importante, porque nos estamos jugando con ello el verdadero desarrollo de nuestra patria y de nuestra gente.