miércoles, 26 de septiembre de 2012

El caos de las teorías educativas, teorías educativas son mas experiencias que teorías



En muchos lugares del mundo, un signo de modernización ha sido la asunción por parte del estado de la educación universal gratuita. Parte de este signo viene dado por el hecho de que los mismos intentos teóricos que se fueron desenvolviendo en el ámbito de la educación desde Pestalozzi en adelante, corresponden a la interiorización en el imaginario de los gobernantes y de las clases pudientes, de que la democracia necesitaba de una educación universal, que los niños y jóvenes eran acogidos en la promoción de sus derechos como los sujetos libres a quienes se debe atender en su necesidad de saber para después actuar en la vida. El desenvolvimiento de esta modernidad y esta ilustración devino en la creación de escuelas públicas y la libre oferta, tanto como la masificación, de la enseñanza.
Todas las teorías educativas que han devenido desde entonces se trabaron en una crítica y una superación de la escuela tradicional, atascada en la Didáctica de Comenio, basándose en una especie de activismo y proclamaron estar centradas en el sujeto del aprendizaje, o sea en el niño o joven, o adulto, sea el caso de una capacitación.
Las líneas teóricas de este activismo son versiones a su vez de la Critica de la Razón pura del gran filosofo alemán Emmanuel Kant, se coligen y se deducen más o menos de sus principios. Es cierto que hasta el constructivismo implícito en la evolución cognitiva señalada por Jean Piaget, debe mucho a la crítica de Kant. (Lo cual es una especie de homología filosófico científica, pues la teoría cuántica y la teoría de la relatividad pueden ser reducidas a la teoría del conocimiento Kantiano). El activismo constructivista moderno está plagado además de la influencia de la psicología cognitiva y su visión exclusivamente somática neurológica de los condicionamientos y los procesos neuronales que conlleva la exploración y la aprehensión del mundo que comúnmente llamamos aprendizaje. En todas sus etapas esta presencia de la psicología le ha sido una adhesión natural de la innegable transdiciplinariedad de la construcción de teorías científicas. Psicología y Pedagogía se han aliado pues en la era del estado liberal, para experimentar de una manera ubicua y proliferante, por todos los lugares con el aprendizaje de las personas y los niños.
El resultado obvio de esta alianza transdisciplinar es una pedagogía científica, en la que se reconocen varias autoridades y que tratan de proponer más o menos métodos e innovaciones didácticas, así como de postular teorías que alimentan un programa de investigación que está muy bien consolidado en la práctica, pero que al nivel teórico nos ofrece unas estructuras todavía difusas. Por ejemplo, las especulaciones de la mente y de la inteligencia o inteligencias, por Gardner se fundamenta en una neurociencia que está en pañales y que no avanza demasiado rápido en explicar los misterios de esa facultad humana que llaman pensamiento.
Pero el desenvolvimiento de este proceso que va desde Pestalozzi a Gardner, ha dejado marcas en una praxis política que quiso llevar a cabo, al menos como un gesto, la universalización y la gratuidad de la enseñanza. La escuela pública ha crecido y se ha hipertrofiado al amparo de una yuxtaposición de teorías educativas que han resultado en otras tantas leyes de educación y propuestas curriculares. La teoría, sin estar rigurosamente contrastada y comprobada, como se espera de una teoría científica, se volvió experiencia con tanta rapidez como era reemplazada por otra experiencia, basada más o menos en algún lineamiento teórico psicopedagógico.
Tenemos entonces que el efecto de este caos de experiencias-teorías, es en parte epistemológico, como es en parte político. Es una visión propia del pacto estado-ciencia, que brinda la oportunidad a uno de experimentar con conejillos de indias humanos y a los otros de realizar sus demagógicos sueños, de uniformizar las conciencias, etc.; sin embargo, existe además de la carencia de una articulación teórica seria y unificada sobre la educación, los docentes que han sido formados al amparo de diferentes teorías y experimentos o experiencias educativas. Los expertos se han puesto de pie para formular sus proyectos y evaluaciones y el estado se ha sentado a esperar el cumplimiento de las metas más utópicas y soñadoras, en cuanto a la formación de los ciudadanos. Por eso el caos teórico, la yuxtaposición y multiplicidad de visiones pedagógicas y las sucesivas reformas que se han perpetrado para solucionar el problema de la educación. Ahora que se habla del pragmatismo, aquí el pragmatismo brilla por su ausencia; ni siquiera hemos solucionado nuestro problema de alfabetización, sin embargo, cada régimen democrático desde los ’80 ha ensayado su propia reforma educativa.